La tormenta perfecta
Nadal y Federer, los dos mejores del siglo XXI, se citan en semifinales tras vencer a Llodra y Soderling
Mientras el sueco Robin Soderling sigue quejándose al juez de silla, quien cree que le quiere dar gato por liebre ("Ese no es el bote", le dice al número cinco cuando este le pide una revisión), el suizo Roger Federer va tejiendo la sutil tela de araña que le atrapa y le ahoga 7-6 (2) y 6-4 en los cuartos del torneo de Madrid. El retumbar de los truenos, convocados por grises nubes, ha callado ya hace rato, igual que el chasquido de los golpes de Rafael Nadal, que tumba por un doble 6-2 al francés Michaël Llodra y se cita hoy (16.00, La Sexta) con el número tres. "Siempre es un partido especial", dice el mallorquín. "Uno que muchos aficionados y medios quieren ver", le completa el suizo. Dan igual el momento ascendente del número uno, vencedor en siete de sus últimos 10 encuentros, y las dudas del número tres. En el siglo XXI, este es el duelo de los duelos. Un enfrentamiento único y catártico.
Al calor de su rivalidad, que supera en pluralidad de superficies y capacidad de arrastre a las que antes vivieron otros (Laver-Rosewall; McEnroe-Borg; o Sampras-Agassi), la ATP ha aumentado un 50% sus ingresos por televisión. El organismo atrajo en 2010, cuando más apretaba la crisis financiera, a dos nuevos patrocinadores mundiales. Ese mismo año, los Masters 1.000, donde los dos compiten obligatoriamente y son el gran reclamo, batieron su récord de espectadores, y, sumando todas las categorías de torneos, 4,34 millones de personas fueron a ver tenis en directo, la segunda mejor cifra de la historia (4,4 en 2009, también en pleno auge del duopolio Federer-Nadal). "La ATP es más fuerte de lo que nunca ha sido", reconocen en la institución. "Los dos han asumido un papel activo para ayudar a darle forma al futuro del tenis".
Federer, con 16 grandes, y Nadal, con nueve, estaban destinados a discutir sus diferencias con pelotazos en la pista y palabrotas en la prensa. Esos fueron los parámetros que guiaron a los estadounidenses Jimmy Connors y John McEnroe, por ejemplo. Representaban, en teoría, espíritus contrapuestos: el europeo del norte y el latino; el hombre establecido y el joven; el tenista de los polos y el de las camisetas sin mangas. El español y el suizo, sin embargo, han revolucionado la dialéctica de esos enfrentamientos para crear una base con la que promocionar su deporte. Tras enfrentarse 23 veces (15-8 para Nadal) y en siete finales grandes (5-2 para Nadal), han utilizado las sinergias de sus fundaciones para identificarse a sí mismos y al tenis con proyectos solidarios; han completado el Grand Slam; y han provocado una reacción inesperada entre el público, elevando al tenis hasta un puesto sin precedente en términos de interés como marca. Son un imán.
Todo se resume en 4h 48m de final regada por la lluvia, los parones y algunos de los golpes más espectaculares que jamás se vieron. Fue en la final de Wimbledon 2008, ganada por el español. En el Reino Unido el consumo eléctrico se disparó, según el regulador, en 1.400 megavatios tras el punto decisivo: el encuentro había empezado de día y, según la final iba entrando en las tinieblas de la tarde, nadie quiso levantarse a encender la luz, para no perderse ni un punto. Sin ningún jugador local, el partido decisivo superó los 13 millones de espectadores en el Reino Unido (el que más desde 1980, cuando no se podía elegir entre un millón de canales) y provocó un récord, 10 millones de libras en apuestas. Además, le dio a Cuatro, en España, el liderazgo del día, al propulsar su share del 8,5% al 24%. Fue la primera portada del Sports Illustrated dedicada al tenis masculino en nueve años. Y consolidó una alianza indestructible.
Federer, dicen los expertos, atrae a la gente de mediana edad, a las marcas de lujo y los amantes de la precisión con su fría elegancia. Nadal, con su juego apasionado, es carne de jóvenes y mayores.
"Espero que muchos juniors hayan empezado a jugar por nosotros", reflexionó el suizo. Juntos amplifican el atractivo de su deporte y crean una tormenta perfecta. Multiplican todo lo que tocan. En Madrid, donde David Ferrer jugaba contra el serbio Novak Djokovic al cierre de esta edición, y en cualquier parte del mundo.
Cuartos de final. Hombres: T. Bellucci (Bra.)-T. Berdych (R. Che.), 7-6 y 6-3. N. Djokovic (Ser.)-D. Ferrer. Mujeres: J. Goerges (Ale.)-A. Pavlyuchenkova (Rus.), 6-4 y 6-2. V. Azarenka (Bie.)-L. Safarova (R. Che.), 6-3, 3-6 y 6-2. N. Li (Chi.)-B. Mattek (EE UU), 6-4, 3-6 y 6-4. P. Kvitova (R. Che.)-D. Cibulkova (Esl.), 6-3, 3-6 y 7-5.
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