El cuarteto Maná, de ensayo general
Los mexicanos ofrecen un adelanto de la gira que les traerá en septiembre
Los mexicanos Maná acaban de cumplir un cuarto de siglo en la carretera y han toreado en las plazas más variopintas, pero el de ayer en el teatro Coliseum quedará para sus biógrafos como un concierto francamente raro. No solo por sus extensiones reducidas (ocho canciones, 40 minutos exactos) o porque el público accediera sin pagar, respetando riguroso orden de llegada, sino por ese horario estrafalario de las seis y media, en plena solanera vespertina. "Buenas noches, Madrid", saludó el cantante, Fher Olvera, tan desubicado como sus incondicionales. Pero al final del miniconcierto expli-citó la razón que ya todos intuían: "Les dejamos, amigos, que nosotros también queremos ver el partido entre el Barça y el Real...".
El estreno de 'Drama y luz' fue la excusa del recital en el Coliseum
El grupo solo visitará Madrid y Barcelona a finales del verano
El cuarteto de Guadalajara, inmerso ya en el arranque de su gira norteamericana, encontró un hueco para acercarse por Madrid y anunciar las dos primeras fechas para la presentación española de su octavo álbum en estudio, Drama y luz. Habrá que esperar hasta el 15 de septiembre en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid o el día 20 en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Las entradas se pondrán a la venta a lo largo de este mes de mayo y los promotores avisaron anoche de que alguna otra ciudad se incorporará a la gira.
Para entonces es probable que convoquen a más de 15.000 seguidores en cada cita, pero ayer, paradójicamente, se quedaron vacías algunas docenas de butacas en la platea del Coliseum. Lo dicho, todo muy raro.
El reciente estreno de Drama y luz era la excusa para este recital, que la cadena 40 Principales grabó ayer y emitirá en breve por toda su red de emisoras. Sin embargo, el grupo solo interpretó el primer sencillo de este nuevo álbum, Lluvia al corazón, una pieza de cierto aire discotequero que al público aún no le ha dado tiempo a aprenderse, a juzgar por la tibieza con que fue recibida incluso en el uooo uooo final. Fher se desgañita en este canto a la esperanza para el que se ha quedado compuesto y sin novia (o novio), pero no está claro que el tema vaya a engrosar el catálogo de clásicos de la banda.
En cualquier caso, a Maná no se le puede negar un sonido impoluto y muy compacto desde el primer instante, el propio de una formación acostumbrada a abarrotar estadios y pabellones por toda Latinoamérica. El cuarteto dispone de tres refuerzos para el directo (un teclista, un guitarrista de apoyo y una segunda voz) y, cosa divertida, exhibe sobre las tablas un variado menú de temperamentos. El batería, Álex González, encarna al hombre expansivo con sus habituales ejercicios acrobáticos y las baquetas volando por los aires. Sergio Vallín, el guitarrista, toca absorto y como poseído, sentado sobre sí mismo y queriéndose parecer a The Edge, su homólogo de U2. Y Juan Calleros ejerce de tipo circunspecto al bajo: tan inmóvil que solo acciona levemente las falanges indispensables para pulsar y pisar las notas.
A partir de Lluvia al corazón llegaron los grandes éxitos y, a ratos, el furor en el patio de butacas. Se sucedieron Labios compartidos, Corazón espinado (donde Sergio emula a Santana con relativo éxito) o Eres mi religión, un moderado autoplagio de En el muelle de San Blas, que también sonó más tarde. Pero quizá el momento más poderoso lo aportó Me vale, un tema algo más gamberro, y con Álex como voz solista, en el que Maná pretende de manera muy evidente parecerse a The Police en sus primeros tiempos, los de So lonely. Con toquecito reggae incluido. El único bis, la también vigorizante Clavado en un bar, nos permitió contemplar cómo algún ejecutivo se aflojaba el nudo de la corbata para mostrarle al mundo sus habilidades en el air guitar. Es decir, agitar los brazos en el aire como si se manejase una Stratocaster cualquiera.
Las corbatas abundaban en las filas reservadas, pero también se dejó ver por ellas algún rostro famoso: el cantante venezolano Carlos Baute, haciendo literalmente válida la frase hecha de "una sonrisa de oreja a oreja"; o el motorista Fonsi Nieto, que, por el contrario, se pone la mar de serio cuando se fotografía con sus admiradores. A última hora compareció Teddy Bautista, presidente ejecutivo de la SGAE, que para algo es el propietario de ese teatro ahora rebautizado con tintes algo sanguinolentos: Arteria Coliseum.
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