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La beatificación de Juan Pablo II

Para beato, un milagro; para santo, dos

En los cinco últimos siglos solo dos papas han subido a lo más alto de los altares. Son Pío V, que reinó entre 1566 y 1572 e impulsó la Contrarreforma, y Pío X (1903-1914). El camino hacia la santidad se ha acelerado desde que Juan Pablo II suprimió la figura del Abogado del Diablo, que hurgaba en los defectos del aspirante. Una demostración de la relajación del sistema es que Wojtyla hizo tantos santos como todos sus predecesores juntos.

Otro cantar son los milagros. Para quien crea en prodigios en una iglesia cuyo fundador los hacía a menudo, quede constancia de que el milagro de Wojtyla también fue, como con Pío X, la curación de una monja. La de Pío X tenía cáncer; Wojtyla curó un párkinson. En todo caso, el mejor milagro sería dar de comer a la gente, o acabar con las plagas de la injusticia. Era el empeño de Jesucristo.

"Estaba enferma y estoy curada", ha dicho Marie Simon-Pierre, la monja francesa. ¿Por qué se eligió esa curación? Según la Comisión Médica de las Causas de los Santos, cumplió los cuatro requisitos de rigor: instantánea, completa, duradera e inexplicable. Para hacerlo santo deberá documentarse que el beato Juan Pablo II ha hecho un segundo milagro.

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