_
_
_
_

El 'partido' más triste del Orcasitas se jugó en Conil

El joven asesinado en Conil no perdió el humor ni después de ser apuñalado

"¡Alma! ¡Píllame las zapatillas, que me costaron 40 pavos!". Así era Juan Mena. A sus 20 años no podía dejar de bromear, ni después de haber sido apuñalado. Despertó del desmayo cuando el servicio de urgencias de Conil lo subía a la ambulancia para trasladarlo al centro médico. El navajazo que le clavó uno de los tres chicos que intentaron robarle a él y a su amiga Alma le abrió una herida con la que comenzó su cuenta atrás. Demasiada sangre perdida para mantener la vida, pero no la suficiente para perder el buen humor.

A Juan le llamaban El Chino en Orcasitas, porque de tanto reír tenía rasgada la mirada. La madrugada del pasado domingo, este joven madrileño volvía de salir de fiesta en Conil (Cádiz), adonde solía ir de vacaciones con más amigos del barrio.Esta vez, ninguno pudo ir con él y ahora no paran de repetirse qué habría pasado de no ser tres contra uno.

A Juan le llamaban El Chino porque de tanto reír tenía rasgada la mirada

Los atracadores no eran unos desconocidos, después de años de veranear en el mismo sitio El Chino ya conocía de vista al Correcostas, el Huevo y el Úrsulus.

Los amigos de Juan no les ponen más nombre que los yonkis y su expediente policial acredita que tienen habilidad para el tráfico de drogas.

A las 6.30 del domingo pasado Juan y Alma conversaban en un banco de la calle de Chiclana de Conil antes de subir a casa. "Dadnos un cigarro". Y Juan se lo dio. "Dadnos lo que tengáis". Y lo que les dieron no bastó.

Intentaron robarle el bolso a Alma y al hacerlo uno de ellos la golpeó con un casco. Allí Juan saltó. Hubo una pelea y el Correcostas sacó una navaja. Le asestó dos puñaladas en el costado. Así lo confesaron a la policía al día siguiente, cuando los interrogaron tras detenerlos en su casa.

Las puñaladas eran mortales, pero entonces Juan no lo sabía. Ni él ni los otros pararon por eso. "Cuando se dieron cuenta de que estaba perdiendo demasiada sangre salieron corriendo", cuenta Dani, el Moro, uno de sus mejores amigos. Describe la escena gesticulando, como si de tanto imaginarla hubiera llegado a estar allí.

Era propio de Juan: luchar aunque estuviera herido. Su entrenador recuerda cuando hace unos meses, en el campo de fútbol le dieron un golpe que le partió la nariz: continuó otros 15 minutos con el equipo. "Era imposible pillarle fuera de juego", dice José Luis Meco, el míster, instructor del Orcasitas.

Estudiaba magisterio de educación física, era becario en la Universidad Carlos III, le encantaban los niños. "Si volviera a tener otro hijo, querría que fuera Juan", dice su padre antes de ponerse a organizar la manifestación para pedir la condena máxima para los detenidos por el crimen. Aunque Juan vivía con sus padres y su hermana, en el club todos parecen sentirse parte de la familia: "En esa casa no hay puertas. Nunca estaban solo ellos cuatro".

Precisamente, cuando sus padres se enteraron de que habían herido a su hijo estaban en Madrid con uno de sus amigos, el Moro. Al conocer la noticia no dudaron en coger el coche para llegar lo antes posible a Conil.

El Moro viajó con los padres y la hermana: "A mitad de camino llamaron del hospital: dijeron que Chino no iba a sobrevivir y cogí yo el volante. Sus padres no tenían fuerzas".

Mario, Dani, el Gordo, y Juanma fueron otros de los muchos amigos que viajaron a lo largo del domingo a Conil, aunque sabían que el entierro sería en Madrid dos días más tarde. "Quería pasar con él el mayor tiempo posible", dice el Gordo mientras el resto del grupo asiente en silencio.

Detrás de las gradas que rodean el campo de tierra, frente a la pared de malla metálica que las cierra para que nadie se cuele debajo, están los vestuarios del Orcasitas, un humilde equipo de fútbol que aspira a subir a preferente.

El martes pasado partieron de allí para el entierro. "Se me encogió el corazón de ver a todos estos jóvenes, siempre tan alocados, tan de broma, llorando", dice con un hilo de voz Ricardo, secretario del club de fútbol.

El Orcasitas también lucha después de herido: dos autobuses llenos y varios coches partieron ayer para asistir a la manifestación organizada en Conil en protesta por la muerte del chico. "Todos somos Juan Mena. JUSTICIA", gritaba la pancarta.

Entre las caras había rabia, tristeza y respeto, pero ya nadie llora. Solo recuerdan las anécdotas de los días de tinto de verano y flamenco. Su compañero Javito lo resume en una frase: "A veces siento que te traiciono, Chino, porque no puedo parar de reír cuando pienso en ti. Y es que al acordarse de ti solo hay momentos buenos".

Juan Mena, posando con la camiseta del equipo de fútbol de Orcasitas.
Juan Mena, posando con la camiseta del equipo de fútbol de Orcasitas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_