Danzar (a la fuerza) en la calle
Los bailarines reivindican mejoras profesionales en su Día Internacional que celebran con 'asaltos' callejeros tras no lograr que les cedan un teatro
El horno no está para ningún tipo de bollería, ni fina ni rústica. No hay levadura: la danza española en todas sus ramas, desde el ballet clásico a la danza vernácula pasando por los modos contemporáneos o el flamenco, se encuentra en un aparente callejón sin salida donde se dan cita desde la desidia de los programadores a una propia crisis creativa que ya pasa factura. Las estadísticas asustan y están ahí, son verificables, aunque aparentemente contradictorias: hay menos espectáculos, hay menos dinero para la danza y la creación está fuertemente resentida tanto en sus aspectos estéticos como estructurales.
Las administraciones, comentan los interesados, en todas las instancias y colores políticos, van mareando la perdiz, toreando a compañías privadas y coreógrafos independientes, con una confusa política de actuaciones y magras subvenciones tan raquíticas como tardías, que por lo general son un patético pan para hoy y hambre para mañana, intentando salvar el tipo sin éxito a la luz de los resultados, y con una discusión latente: ¿es achacable un descenso de la calidad a estos factores crematísticos?
Las acciones por sorpresa sobre el asfalto contaron con música en directo
La razón es una: no hay un verdadero, orgánico y real respaldo a la danza que se asemeje al de los países europeos que queremos usar como espejo mágico, comenta una coreógrafa. Hay muchas reuniones y papel impreso, pero al final, poca práctica efectiva. Y este es el sentir de toda la profesión, algunos lo dicen alto, otros se expresan más tenuemente: temen perder lo poco que obtienen y de lo que subsisten.
Desde hace varios años (y este es un claro ejemplo del drama), ningún organismo cede un teatro a las asociaciones de bailarines y coreógrafos para celebrar el Día Internacional de la Danza el 29 de abril, fecha del nacimiento de Jean-Jacques Noverre en el siglo XVIII, uno de los renovadores del ballet de acción y quien trazó caminos que aún son materia viva y se mantienen abiertos. Desde la Asociación de Profesionales de la Danza de Madrid han ideado estos Asaltos de la danza, que ayer se vieron en varios emplazamientos muy concurridos de la capital, desde la Estación de Cercanías de Sol con su flamante nueva arquitectura hasta la entrada del ala Nouvel o la fachada Sabatini del Centro de Arte Reina Sofía.
La Ibérica de Danza, Daniel Abreu, la Compañía Nacional de Danza 2, Carlos Chamorro, Selene Muñoz y 10 & 10 Danza se comprometieron con imaginación y vigor en bailar a plena luz sobre el asfalto, en la mayoría de los casos, ideando piezas originales o adaptadas al tráfago urbano.
El otro acto que tuvo ayer en la capital en el Día Internacional de la Danza fue una jornada de puertas abiertas en el Centro Coreográfico de los Teatros del Canal con ensayos a la vista de curiosos e interesados donde participaron el propio Real Ballet de Suecia y la Dani Pannullo Dance Company, que mostró su última creación, Uirapurú, sobre la música de Heitor Villalobos. Hubo lleno en ambos pases, con gente de pie en los rincones, a pesar de que se competía con las televisiones que a esa misma hora retransmitían el pastel con muchos sombreros de la boda londinense. Hoy día 30, como colofón, la compañía de Pannullo pone su pieza más emblemática de los últimos tiempos, Desordances 5, en el Teatro Tomás y valiente de Fuenlabrada.
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