'Glamour' inglés que marca época
El taller del diseñador Alexander McQueen, que se suicidó en 2010, deja su impronta en el vestido de novia de la esposa de Guillermo
Las esperanzas económicas de un sector industrial, la imagen de la monarquía en una nueva era y una mujer que asume la carga de su poder mediático. Todo eso cobijaba la cola de casi tres metros de Kate Middleton. A pesar de la especulación febril, se consiguió mantener en secreto la autoría de la pieza hasta que la novia salió del coche.
Sarah Burton, la diseñadora de la firma Alexander McQueen, había negado estar trabajando en el encargo. El mundo está, sin duda, dispuesto a perdonarle esa mentira. Desde luego, lo está la industria de la moda. Satisfecha con una elección cargada de significado e intención. Y con el resultado. Las primeras reacciones señalan de forma unánime la obra como un triunfo. Lo saludan como un traje que marca una época.
El cuerpo bordado es un guiño a la tradición victoriana
La publicidad que este evento reportará a la firma es incalculable
Lo hace, eso sí, con discreción y compostura. El diseño no es una fantasía alocada. Podría tratarse de una versión más flexible y ágil -más moderna- del vestido de Grace Kelly o del de Isabel II. El cuerpo bordado, de acentuada cintura y caderas levemente exageradas, es un guiño a la tradición victoriana y al estilo de Alexander McQueen.
El diseñador británico se suicidó en febrero de 2010, tras 16 años de trayectoria visceral y provocadora. Antes de su muerte, pocos hubieran pensado en él para vestir a una princesa. No solo por ser un rebelde -se declaraba "anarquista y antimonárquico"-, sino por su arriesgada y controvertida visión de la mujer. McQueen imaginó féminas como pájaros heridos, como criaturas de un planeta subacuático o como diosas de torturado erotismo. Que su malogrado talento pase a los libros de historia junto al de una mujer llamada a aportar simpatía a una institución anacrónica en un tiempo convulso es una de las dramáticas connotaciones de la elección de Middleton.
La que fuera su mano derecha durante 12 años recibió el difícil encargo de continuar con su firma hace un año. Sarah Burton, una británica de 36 años, ha aportado una sensibilidad más plácida al extraordinario trabajo artesano del taller. Uno de los pocos capaces de rivalizar con la alta costura parisiense. Ayer entregó a Middleton un vehículo impecable, que le permitía transmitir confianza y seguridad en sí misma. A años luz de aquella Diana de Gales que se casó sepultada por un voluminoso vestido.
Hasta ahora, Middleton había favorecido diseños sencillos. Una firma con semejante carga dramática supone un cambio en su política estilística. La novia abraza su potencial para convertirse en una referencia de la moda de su tiempo, pero demuestra que no va a dejarse llevar a un terreno alejado de su pragmática sensibilidad. Es la segunda declaración de intenciones contenida en los 58 botones cubiertos de gazar que recorrían su espalda.
"Miss Middleton eligió la firma Alexander McQueen por la belleza de su artesanía, su respeto a la tradición y por la construcción de su ropa. Deseaba que su vestido combinara tradición y modernidad con la visión artística que caracteriza el trabajo de Alexander McQueen", explicaba el comunicado de la casa real. La publicidad que este evento reportará a la firma -que también vistió a Pippa Middleton, la dama de honor- es incalculable. Aunque la firma es hoy propiedad de un grupo francés (Pinault Printemps Redoute), se espera que el beneficio económico sea también para la industria textil británica.
La tercera implicación es dinamizar un sector empresarial. De ahí que se aporten toda clase de detalles sobre los exquisitos materiales y la meticulosa confección artesanal. Es difícil que un simple vestido colme tantas expectativas. El de Kate Middleton lo logró con una naturalidad pasmosa.
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