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Reportaje:

El 'ochomil' de dos transexuales

Ambas son empresarias y con hijos, y reivindican mayor visibilidad para un colectivo discriminado - "Es más facil meterse con un grupo por el morbo"

Sonia Bañeza llega a la cita con el álbum de fotografías bajo el brazo. Han pasado casi cinco meses desde que esta irunesa de 42 años decidiera dar el paso en EL PAÍS y hacer público el camino emprendido para ser mujer y dejar atrás su pasado como Carlos Bañeza.

A diferencia de entonces, sus facciones son más suaves y femeninas, unos rasgos que está logrando tras someterse en estos últimos meses a una cirugía facial que le acercan un poco más a la imagen de mujer que quiere proyectar. Su lenta pero decidida metamorfosis le va alejando de ese chico que aparece en las fotografías escalando paredes de hielo en Pirineos.

Viene acompañada de su mentora y amiga, una transexual que va un paso por delante de ella y que le ha ayudado a afrontar los problemas que implica en el ámbito social y familiar romper con los moldes convencionales. También se llama Sonia, de apellido Bustillo. Las dos son empresarias y tienen familia. Bañeza dos hijas menores de cinco años y Bustillo un hijo de 21. "Cuando decides dar el paso siempre buscas algún punto de referencia de alguien que te sirva como guía", explica Bustillo.

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La transexualidad, vista como la disociación entre la realidad biológica del cuerpo y una identidad sexual que va en dirección contraria, genera polémica. Por eso, estas dos mujeres luchan para que la situación de las personas transexuales se haga visible. Quieren romper con la imagen que rodea a la transexualidad con la prostitución. "Es difícil hacer entender a la gente lo que nos pasa, por eso hay tanto sufrimiento. Imagina lo que es cuando te miras al espejo y lo que ves no está reflejado con lo que sientes. No encontrarte a ti misma", explican.

Sonia Bustillo, de 44 años, gerente de un taller mecánico en Deusto, recuerda con orgullo un día en la Asociación Errespetuz de Bilbao: "Vinieron los padres de un hijo transexual de 24 años y se alegraron de ver que éramos gente normal. ¿Qué se pensaban?". Bañeza, responsable de una empresa de pinturas añade: "Es más fácil meterse con un grupo por morbo que explicar la realidad. Existe la prostitución, pero no es la única salida".

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Las dos se han sometido a un tratamiento hormonal y en cuanto cumplan los dos años que obliga la ley desde el inicio del proceso cambiarán el nombre y el sexo en el Registro Civil. Quieren someterse a una reasignación de sexo pero cada una lleva diferentes ritmos. El de Sonia Bañeza está marcado por el reto de ser la primera transexual en subir un ochomil. Desde que se inició en el montañismo ha subido 162 cimas en Pirineos.

En octubre quiere viajar a Nepal y subir un 6.500 para aclimatarse. Si todo va bien ascenderá en la primavera de 2012 el Cho Oyu (8.201), la sexta montaña más alta del mundo y uno de los ochomiles más fáciles. La figura de Jan Morris sale en la conversación. La escritora transexual inglesa que cubrió para The Times en 1953 la gesta de Hillary y el sherpa Tenzing cuando escalaron por primera vez el Everest.

"De alguna manera ya he subido mi propio ocho mil para lograr ser mujer, pero es un reto personal y un sueño para cualquier alpinista con el que quiero mostrar el espíritu de lucha de los transexuales", concluye.

Sonia Bustillo (izquierda) y Sonia Bañeza pasean por una céntrica calle de Irún.
Sonia Bustillo (izquierda) y Sonia Bañeza pasean por una céntrica calle de Irún.JESÚS URIARTE

"Lo primero siempre es mi hijo"

Sonia Bustillo ha tenido que romper muchos moldes sociales para poder mirarse en los espejos del portal de su casa y reconocerse tal y como se siente: una mujer que intenta ser "moderadamente feliz". Pertenece a una familia de mecánicos de coches de tres generaciones que es dueña de un taller en Deusto desde 1920. No esconde que su familia lo lleva mal. "Yo aplico la siguiente fórmula; antes tenía un problema. El problema lo he solucionado, ellos tienen un problema si quieren solucionarlo que lo solucionen. No van a vivir mi vida, la única persona que va a pasar toda la vida conmigo soy yo. Ahora que por fin me siento a gusto conmigo misma por primera vez en mi vida no voy a renunciar a nada". Y añade tajante: "Mi hijo es feliz y me acepta, el resto del mundo, sinceramente, me da igual".

Para esta mujer reacia a las operaciones si no son necesarias y pragmática, no da un paso si el anterior no está bien asentado, su hijo de 21 años ha estado siempre por delante de cualquier decisión: "Esperé a que fuera mayor para dar el paso. Desde los diez años ha estado conmigo. Después de separarme luché para que así fuera. A los 17 años le dije lo que me pasaba. Me lo tomé con mucha paciencia porque lo primero era mi hijo, por encima de mí. Ahora ya está empezando su camino y por eso haré el mío", explica contundente Bustillo, responsable de Sanidad en la Asociación Errespetuz.

La dualidad que vive esta mujer entre Sonia y José María, su nombre real, le ha originado situaciones curiosas en el trabajo. "Los clientes me dicen: ¿Me vas a reparar igual el coche que antes?". Bustillo se ríe al recordarlo: "Claro que sí, no hay que dudar de la profesionalidad porque seas mujer". Tiene las uñas pintadas de oscuro pero las manos siguen siendo fuertes: "Soy la jefa pero cuando hay que mancharse de grasa soy la primera".

Cronología del cambio

- Sonia Bañeza inicia en agosto de 2010 el tramiento hormonal.

- En enero de 2011 se somete a una cirugía facial.

- En octubre de ese año quiere viajar a Nepal para entrenarse y escalar el Cho Oyu, en primavera de 2012.

- En diciembre de 2011 se cambiará el nombre y el sexo en el Registro Civil tras cumplirse dos años desde el inicio de la hormonación.

- En otoño de 2012 quiere someterse a una reasignación de sexo en Tailandia.

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