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Crítica:LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los artistas se estrellan con el ganado

Cualquier aficionado a lo toros siente una tentación irrefrenable cuando una toalla, mantel o trapo con vuelo cae en sus manos. Comienza el cosquilleo en el estómago y llega a la palma de las manos. En esta embriaguez taurina que suele darse, salvo excepciones, en la intimidad del cuarto de baño o el pasillo de casa, empieza por cambiar los andares. Después se transforma la pose, llega el cite y, al final, se termina mirando a un respetable ficticio suponiendo que no se den de bruces con la pared, un aplique o se arañen con el gotelé. Sin duda, es dura la vida del aficionado soñador.

Lo que sucede en este trance es que, quien más y quien menos, por unos instantes se introduce en el cuerpo de cualquiera de los tres toreros del cartel. Puestos a elegir vamos a meternos en la piel de los que saben hacerlo bien y bonito. Son diestros de los que gusta ver torear de salón, sin necesidad de toro. Poniendo el medio pecho en el cite, rematando detrás de la cadera. La diferencia con el resto del escalafón es que, teóricamente, todos quisieran hacerlo así, pero cuando sale el cuatreño o bien ponen el automático, como es el caso de muchas figuras, o bien sacan el casco y escudo para deleitar al circo romano con una reencarnación de Gladiator en traje de luces. Lo que marca la diferencia es que Curro Díaz, Leandro Marcos y Morenito de Aranda saben interpretar el torero cuidando fondo y forma. Son una excepción que tendría que ser norma para que este espectáculo cobre sentido.

Plaza de Las Ventas

Media plaza. Toros de Los Recitales: con excesivo peso, descarados de pitones y justos de fuerzas.

C. Díaz: pinchazo y estocada casi entera, silencio; y metisaca y estocada, silencio.

Leandro Marcos: dos pinchazos y estocada, silencio; y pinchazo hondo y estocada, silencio tras aviso.

Morenito de Aranda: cinco pinchazos y estocada, silencio tras aviso; y tres pinchazos y dos descabellos, silencio tras aviso.

Los toros se cayeron, besaron el suelo, hicieron genuflexión
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La afición lo sabe, lo han demostrado en esta misma plaza, y por eso se cubrió más de la mitad del aforo. Se debe valorar tanto el afán de agrado de la empresa contratando a este tipo de toreros, como la falta de sensibilidad para escoger un ganado mejor. Para empezar porque antes de llegar a tener cierto ambiente y posibilidad de entrar en el grupo de los artistas esta terna ha tenido que dar la cara con toros de Cuadri o Fuente Ymbro por poner dos ejemplos. No se comen a nadie, por supuesto, pero no son el material adecuado para que muestren su mejor versión.

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La corrida de Los Recitales, directamente, dio el cante. Los toros se cayeron, besaron el suelo, hicieron genuflexión. Que lo llamen como quieran, solo el quinto tuvo fuerza para aguantar una lidia decente. Entre tanto despiste hubo quien confundió genio y fuerza con bravura. Algo de casta tuvo el toro Adorado, pero poco más. Su pelea fue más defensiva que ofensiva, tuvo más de espectáculo y movilidad que de entrega. Lo premiaron con palmas en el arrastre.

Lo suyo habría sido escoger un poco mejor en el campo y pagar más por una ganadería que esté en mejor momento, con más regularidad. No hubo cabreo porque de esta ganadería hace años que no se espera gran cosa. Como mucho, que se dejen hacer y sigan los engaños con nobleza. Las fuerzas lo impidieron y la frustración y el frío se adueñaron del tendido a medida que avanzaba la tarde.

Con este panorama solo se pueden salvar detalles, muchos más y con más quilates que muchas tardes se verán en San Isidro. El linarense Curro Díaz recibió al mansurrón que salió en primer lugar con cinco verónicas y una media de bella factura. Después, con desparpajo, llevó al toro galleando al caballo. La faena se truncó al cuarto muletazo, cuando el toro besó el albero. De nada sirvió pasárselo por la faja en redondo.

El vallisoletano Leandro Marcos agradó al sacarse al segundo toro más allá de las rayas, doblándose por bajo. Lo mismo hizo con el quinto, fiero y manso, pero con más mérito por el aguante. El animal sabía lo que se dejaba atrás cada vez que embestía por el pitón izquierdo. La terna mantiene el crédito intacto, fueron profesionales. A cambio, se desangra, un poquito más, la ilusión del aficionado. No pasó nada de lo soñado.

Leandro Sánchez, durante su faena al quinto toro de la tarde.
Leandro Sánchez, durante su faena al quinto toro de la tarde.SAMUEL SÁNCHEZ

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