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Reportaje:FIN DE SEMANA

Forastero en La Alpujarra

Tras los pasos del hispanista Gerald Brenan, que vivió en Yegen y quedó colgado de esta zona de Granada y Almería

Patricia Ortega Dolz

Si hay algo que le quedó claro a Gerald Brenan tras cuatro años viviendo en una aldea alpujarreña es que a los lugareños les importa un cuerno el resto del mundo. Se bastan y se sobran con ellos mismos y con sus cosas. Hoy, casi un siglo después del paso del escritor por esos cerros, esa sensación se mantiene intacta. No es necesario comprarse un sombrero sevillano para adentrarse en el mundo agreste de La Alpujarra como hizo el inglés en 1920, pero hay que saber que si la estancia es efímera, uno siempre se sentirá un forastero, que es como llaman en esta región del sur de España a los que vienen de fuera. Ser un forastero implica sencillamente ser atentamente observado.

Como Brenan, y frente a la idea generalizada de que La Alpujarra (o Las Alpujarras, indistintamente) está pegada a Granada, optamos por la ruta oriental, la que "se inclina hacia Almería, que es más abierta", escribe Brenan en su obra maestra, Al sur de Granada. Arrancamos nuestro recorrido en Adra, frontera marítima entre Granada y Almería. Desde este destartalado pueblo pesquero, casi cerrado al turismo (solo tiene dos hoteles) pese a sus playas semivacías de chinorro blanco y negro, emprendemos el viaje.

01 Berja

El primer gran municipio almeriense hacia el interior (A-347) está apenas a 20 minutos en coche. Lo puso en el mapa en su día Manolo Escobar, oriundo de la zona. El paisaje cambia en cuestión de segundos. De las playas y los invernaderos a los naranjos y limoneros de los cortijos de Río Chico, Los López, La Ventilla... Y, al doblar otra curva, una gran población de casas encaladas y calles estrechas. La carretera atraviesa Berja cuesta arriba hasta su flamante plaza de la Constitución. Allí, en una esquina, frente a la iglesia, está El Harén, un bar de ineludible parada, donde las fotos de Franco conviven con las de Naomi Campbell y Claudia Schiffer. Atiende con una tímida sonrisa Gabriel Villegas, hijo de Gabriel El de la Parra, que heredó un negocio que hoy cuenta con 40 años "intacto". Su madre, Encarna, observa todo con ojos diminutos desde una mesa esquinada.

En la barra de formica lucen tomates, pimientos verdes y rojos, habas frescas, quesos y carnes de matanza (tocino, longanizas y morcillas). Desde sus amplias cristaleras se domina toda la plaza; es el lugar perfecto para echar la mañana, como demuestra, haciendo el gasto, la clientela asidua. "Ya solo pongo tapas de lo que cocino para mi casa; hoy tengo migas, cocido de cerdo y arroz con costilla", señala Gabriel como consecuencia de la crisis. Recomendable el vino del lugar con una tapa de tomate o de habas con tocino. ¿Y lo de El Harén? "Mi padre sirvió en el cuerpo de mar en Melilla y se hizo amigo de un moro que tenía tres mujeres y 11 hijas. En su recuerdo le puso el nombre al bar".

Después de pasar por el almacén adyacente (Destoche) para hacer acopio de harina de migas y alguna verdura fresca, seguimos la ruta.

02 Ugíjar

Por la A-348, a escasos 24 kilómetros de suave subida desde Berja, Ugíjar es como la capital de La Alpujarra oriental, famosa por sus carnes y sus matanzas. No es difícil, si se llega en fin de semana y se tiene la suficiente habilidad con los ulisenses, asistir a uno de esos ancestrales rituales de sacrificio. Manuel Sánchez Jiménez, que empezó en 1984 matando "cuatro cochinos a la semana", ha creado su pequeño gran imperio: Sanji, una marca reconocible en cualquier ristra de morcillas, longanizas o chorizos de la zona. Un componente delata la procedencia de estas carnes: la matalahúva o anís verde, una hierba autóctona del Mediterráneo oriental.

El bar Peña, con casi 70 años de historia y ubicado casi en una atalaya natural en medio del pueblo, es un sitio perfecto para tomar un tentempié con una buena tapa de lomo fresco de cerdo a la plancha después de un paseo cuesta arriba y cuesta abajo por el pueblo, entre sus tiendas y carnicerías.

03 Válor

Proseguimos camino de Válor, a escasos 10 kilómetros siguiendo la carretera de salida. Es un pueblo con una gran almazara y fábrica de quesos, y la aldea donde se encuentra uno de los mejores restaurantes de La Alpujarra: Aben Humeya, como el antiguo rey morisco que recoge Brenan en su libro. El local lleva 40 años abierto, con Sole a la cabeza. Una mujer que aprendió a amar la cocina viendo a su abuela: "Mi tío cazaba venados, liebres, perdices, conejos... Aquí lo hacemos todo a la antigua, hoy tenemos cabrito", comenta. La carta es interminable y sumamente difícil escoger. Por si fuera poco, hay un postre estrella que no puede uno perderse: el requesón fresco, que hace Sole con el suero de la fábrica de queso.

04 Yegen

Y cuando uno siente que va a reventar, nada mejor que lanzarse a pasear. A cinco kilómetros de Válor está Yegen, el pueblo en el que vivió Gerald Brenan. Conviene aparcar el coche junto a la carretera y entrar en el pueblo a pie. Bajar por sus cuestas tras una copiosa comida alpujarreña, dejando que el aire fresco y limpio invada los pulmones zancada a zancada, es un placer casi orgiástico. Serpentear por sus calles, parar en la casa de Brenan, sentarse en la plaza o junto a la fuente para imaginar y entender qué fue aquello que le retuvo allí: "Una aglomeración de grises superficies rectangulares que semejaban un cuadro cubista de Braque, aderezado con el dulce aroma y la neblina de las chimeneas que usaban como combustible ramitas de romero, tomillo y espliego traídas a lomos de burro desde las colinas". Y después seguir el sonido del agua y emprender el camino hacia las cuevas, saltar los riachuelos, detenerse en los muchos miradores y otear el horizonte que se extiende a los pies de ese pueblecito colgado de La Alpujarra, del que puede quedarse prendado cualquiera.

Antes de que anochezca conviene emprender el regreso para evitar sustos en una carretera de curvas. Quien prefiera no regresar puede quedarse en el mismo Yegen o en el pueblo vecino (e histórico rival, aunque compartan ayuntamiento) de Mecina Bombarón, a cuatro kilómetros, donde encontrará hoteles con spa. Si la idea es regresar a la costa, conviene tomar la ruta hacia Cadiar, asomarse al mirador que hay justo antes de llegar a Albondón e hipnotizarse con la niebla que lo convierte en una especie de pueblo flotante, atravesarla y volver a ver el mar ya camino de La Rábita para regresar a Adra por detrás y cerrar un círculo alpujarreño perfecto.

Plantas
Una vecina de Yegen (Granada) riega las macetas de su tinao, soportal típicamente alpujarreño, sobre la calle de Gerald Brenan, el escritor que vivió cuatro años en el pueblo.FRANCISCO BONILLA

Guía

Información

» Patronato de turismo de Almería (www.almeria-turismo.org).

Comer

» El Mohoso (carretera de Motril- Adra). Antiguo bar de pescadores con las mejores tapas del pueblo.

» Los Finos (Miro, 12. Adra). Buenísima plancha de mariscos y pescados.

» El Harén (plaza de la Constitución. Berja).

» La Peña (plaza de Ugíjar).

» Aben Humeya (Barrio Bolos, s/n. Valor. 958 85 18 10. Conviene reservar). Platos a la antigua para comer excelentemente y hasta reventar por 15 euros.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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