La justicia, el poder que peor funciona

La justicia española es, de los poderes del Estado, el que peor funciona. He leído en EL PAÍS del 18 de abril el comentario a una sentencia del Supremo sobre la absolución de una psicóloga que actuó contra el marido de su paciente. Otra, también del Supremo, que quita la sanción a un juez que tenía más de 300 sentencias pendientes porque había prescrito la sanción que le había puesto el CGPJ.

Seguimos con la sentencia del Constitucional sobre la profesora de religión. No se ha pasado 10 años de litigios como he oído en algún sitio. No, el litigio ha durado 10 años, que no es lo mismo. Y en este caso no se trata de complicadas tramas con derivaciones en paraísos fiscales y oscuras dictaduras. Se trata de dirimir si alguien que ha sido expulsada de su trabajo de profesora de religión por un matrimonio civil podía serlo o no. Tres instancias han intervenido y han necesitado 10 años. Pero, ojo, que ahora quedan otros 10 para decir si la readmiten o se la indemniza.

Y último, pero no menos importante, la salida de la cárcel de Troitiño. Pero no se preocupen, Garzón se ha llevado el cupo completo de acusaciones de prevaricación para los próximos cinco años. Pero de eso hablaremos dentro de otros 10.