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Necrológica:IN MEMÓRIAM
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Energía y amor por la literatura

A Miguel le hubiera gustado que me despidiera de él por escrito, así que agradezco enormemente poder mandarle ahora esta carta. Hubiera sido mejor haber sabido antes, con tiempo, que le iba a llegar la muerte de repente, en forma de infarto. De haberlo sabido, le hubiera escrito un correo para poner negro sobre blanco todo cuanto teníamos pendiente, porque Miguel siempre tenía cuentas pendientes. Con los editores, con los amigos, con su familia, con la vida. Porque ha estado toda su vida muy vivo. Ha vivido a borbotones.

Siempre tenía un motivo de entusiasmo en la Moleskine del bolsillo, apuntado a toda prisa después de haber quitado el capuchón del pilot con la boca. Una imagen que le había gustado en el libro que estaba leyendo, un apunte para el que estaba escribiendo. Siempre con un proyecto bajo el brazo, al que se entregaba como si fuera el primero.

Contagiaba energía y contagiaba amor por la literatura. Y no se andaba con bromas. Lo suyo era el alto voltaje. Culo inquieto y curioso, no había nada que le gustara más que saberlo todo. Y no se le escapaba una. Tenía un ojo superdotado. Gracias a él se han publicado en español muchos autores anglosajones que de no ser por su capacidad de persuasión nos hubiéramos perdido todos.

Porque otra cosa no, Miguel, pero desde luego tenías un pico de oro. Eras un seductor nato. Atraías como el sol. Y nos devorabas a todos, como has devorado tus 49 años. Imposible aguantar tu empuje. Te digo que este libro es la pera limonera, y te lo compro, o te lo encargo fuera, y te lo llevo a tu casa y además te marco lo que no tienes que perderte, porque aquí, en este capítulo, está lo bueno. Y te va a gustar a ti, que lo sé de buena tinta. De tinta de la tuya, siempre tinta de la buena, generosa como pocas, y abundante, sin límite en la entrega.

Porque eras el rey de las palabras. Las traías y las llevabas y hacías con ellas lo que querías. Y si te rotaba, te inventabas una nueva, expresiva como pocas. Por eso te escribían también a diario, escritores y traductores de todo el mundo, ávidos del consejo de un experto, a quienes nunca defraudabas, siempre a la altura de ti mismo.

Tienes la suerte de haberte ido sin avisar, y dormido, tan a gustito, en Almería, donde te habías instalado para traducir a Beckett, a quien leías con tanta pasión como a Faulkner o veías un partido del Barça. Te has librado de que te echemos la bronca y te digamos que te has ido muy pronto, que nos has dejado a medias. No tengo ninguna duda de que, esté donde estés, fijo que estás leyendo. Por eso quiero que te enteres, por escrito, a tu manera, que has conseguido ser un personaje de novela, que ya eres una leyenda.

Asun Lasaosa es editora.

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