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Tribuna:Laboratorio de ideas
Tribuna
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Los jóvenes inquietos del mundo árabe

Muchos factores están detrás de los actuales levantamientos en Oriente Próximo: décadas de regímenes corruptos y autoritarios, sociedades cada vez más alfabetizadas y digitalmente conectadas y precios de los alimentos mundiales por las nubes. Para colmo, en todo Oriente Próximo (así como en el África subsahariana y en gran parte del sur de Asia), el rápido crecimiento de la población está creando enormes presiones demográficas.

La población de Egipto, por ejemplo, como poco se duplicó en el transcurso del régimen de Hosni Mubarak, al pasar de 42 millones en 1980 a 85 millones en 2010. Este crecimiento es aún más notable, dado que Egipto es un país desértico y sus habitantes viven hacinados a lo largo del Nilo. Sin lugar para extenderse, la densidad de la población está aumentando hacia un punto de quiebra. El Cairo se ha convertido en una región que se expande descontroladamente, con unos 20 millones de personas que viven codo con codo con una infraestructura inadecuada.

La principal prioridad de los nuevos Gobiernos reformistas debe ser la crisis de desempleo juvenil

El rápido crecimiento de la población significa una población joven desbordante. De hecho, la mitad de la población de Egipto tiene menos de 25 años. Egipto, como decenas de países en todo el mundo, afronta el desafío extremo -ampliamente inalcanzado- de asegurar un empleo productivo y remunerado para sus jóvenes.

El crecimiento del empleo simplemente no va a la par del crecimiento de la población, especialmente si hablamos de empleos decentes con salarios decentes. La tasa de desempleo entre los jóvenes de 15 a 24 años en el norte de África y en Oriente Próximo es del 30% o superior. La frustración de los jóvenes desempleados y subempleados ahora se está volcando en las calles.

No obstante, el problema del alto desempleo entre los jóvenes ciertamente no se limita al mundo en desarrollo. En Estados Unidos, la tasa general de desempleo ronda el 9%, pero entre los jóvenes de entre 18 y 25 años es de un asombroso 19%. Y hablo solo de los jóvenes que en realidad trabajan o buscan trabajo. Hay muchos más que simplemente se han desmoralizado y han quedado fuera del mercado laboral por completo: no estudian, no trabajan y no buscan empleo. No protestan demasiado, pero muchos terminan en prisión.

Los mercados laborales del mundo están hoy interconectados. Los jóvenes en países tan diversos como Egipto y Estados Unidos, en realidad, compiten por conseguir un empleo con los jóvenes chinos e indios. Los trabajadores industriales mal pagados y razonablemente productivos de China, así como la infraestructura de alta calidad del país (carreteras, energía, puertos y comunicaciones), establecieron el estándar de competitividad a nivel global. En consecuencia, los trabajadores poco cualificados de Egipto, Estados Unidos y otros países deben, o bien aumentar lo suficiente su productividad para competir y ganar un salario decente, o bien aceptar una paga extremadamente baja o directamente el desempleo.

De manera que crear empleos decentes con salarios decentes es fundamental para ser internacionalmente competitivo. Eso requiere brindar a los trabajadores una buena educación, una sólida capacitación laboral y una infraestructura de apoyo. Si bien el sector privado debe crear la mayoría de los empleos, el sector público debe generar las condiciones subyacentes para una alta productividad. Eso es mucho pedir.

Solo una zona del mundo con altos ingresos ha hecho un trabajo razonablemente bueno en cuanto a preparar a su juventud, y a su economía en general, para una dura competencia global: el norte de Europa, incluyendo Alemania y Escandinavia (Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia). En estos países la educación pública es excelente, y la transición de la escuela al trabajo suele ir de la mano de programas como las becas por las cuales Alemania es particularmente famosa.

En los países en desarrollo los principales progresos se detectan en países que enfatizan la excelencia en la educación, la inversión pública en infraestructura y una capacitación laboral seria. Corea del Sur probablemente sea la principal historia de éxito: un asombroso logro educativo y un empleo sólido entre los jóvenes lo llevaron de ser un país en desarrollo a un país de altos ingresos en una generación. Y Corea del Sur ha logrado esta proeza siendo vecino inmediato de la intensamente competitiva China.

Estados Unidos, por el contrario, es un ejemplo de fracaso, excepto para los jóvenes de hogares de altos ingresos. Los niños norteamericanos criados en un contexto de prosperidad reciben una excelente educación y tienen buenas perspectivas laborales después de licenciarse. Pero como los ricos presionaron con éxito a favor de recortes fiscales y reducciones en el gasto público, los niños de los hogares pobres y de clase trabajadora tienen muchas menos posibilidades de recibir una educación de alta calidad, y Estados Unidos no les ha brindado una capacitación o una infraestructura adecuada. El resultado es una creciente crisis de desempleo entre los jóvenes pobres y de clase trabajadora.

Los países del norte de África y de Oriente Próximo deberían aprender del este de Asia y del norte de Europa y esforzarse por evitar los fracasos de Estados Unidos. Si la democracia ha de arraigarse y florecer en Egipto, Túnez y otras partes del mundo árabe, los nuevos Gobiernos reformistas deben hacer de la crisis de desempleo entre los jóvenes su principal prioridad.

Los países de Oriente Próximo deberían elaborar estrategias para mejorar la calidad y prolongar la escolaridad, invertir en capacitación laboral, crear becas en el sector privado y desarrollar pequeñas y medianas empresas. Deberían identificar proyectos de infraestructura clave que resulten necesarios para asegurar la productividad del sector privado. Y deben trabajar juntos para profundizar la integración comercial regional, creando así un mercado mucho más grande.

Los gobernantes autoritarios depuestos -Zine el Abidine Ben Ali, de Túnez, Mubarak y, pronto, el coronel Muammar el Gaddafi de Libia- se quedaron con miles de millones de dólares robados del tesoro público. Debería recuperarse este dinero obtenido de manera ilícita y se debería colocar en un fondo especial para el empleo juvenil.

Es más, con los precios del petróleo nuevamente por encima de los 100 dólares el barril, los Estados del Golfo están atravesando un periodo de bonanza. Ellos también deberían crear un fondo especial para el empleo juvenil en la región a través del Banco de Desarrollo Islámico. No puede haber mejor manera de utilizar los recursos de la zona que asegurando que la vida de sus jóvenes se vea enriquecida por la educación, el desarrollo de capacidades y los empleos de alta calidad.

Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y director del Earth Institute en la Universidad de Columbia. También es asesor especial del secretario general de Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio. © Project Syndicate, 2011.

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