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Reportaje:

El rector que despolitizó la Universitat

Luces y sombras en el primer año de Morcillo al frente de la institución

Ignacio Zafra

Sus colaboradores cuentan de él que transmite claridad de ideas y serenidad. Dos características que permiten trabajar sin tregua a su lado y al mismo tiempo hacerlo a gusto y eficientemente. Destacan su inteligencia. Su disposición al diálogo. Su búsqueda por principio del consenso como forma de solucionar los conflictos. Su apertura a la sociedad. La visión de universitario "grande" que traslada a su mando. El trabajo interno realizado durante estos meses, que dará frutos a medio plazo.

Sus críticos apuntan que desde que llegó al cargo no se ha producido ningún cambio sustantivo en el funcionamiento de la institución. Que su voluntad de mejorar las relaciones con la Generalitat resulta excesivamente condescendiente, da lugar a situaciones embarazosas y servirá de poco porque en estos momentos el PP, que domina ampliamente la política valenciana, no quiere socios sino vasallos. Echan en falta también más explicaciones de por qué se hacen las cosas como se hacen.

Ha decidido sacar a la institución de los conflictos políticos y pacificar relaciones
El trabajo interno de sus primeros meses dará frutos a medio plazo

Esteban Morcillo fue elegido rector de la Universitat de València hace un año. Catedrático de Farmacología. Exdecano de Medicina en Valencia. Exvicerrector de la Universidad de Alcalá de Henares. Investigador. Redactor de artículos científicos. Experto en conseguir fondos del sector privado para hacer ciencia. En las últimas elecciones universitarias, Morcillo fue el candidato del equipo del anterior rector, Francisco Tomás. Para ello tuvo que convencer a otra precandidata, María Vicenta Mestre, que hoy forma parte de su consejo de dirección. Se convirtió en rector al imponerse, en las elecciones más concurridas de la corta historia democrática de la Universitat, a otros tres aspirantes.

Morcillo fue el principal beneficiario de la abundancia, sobre todo porque las posiciones de algunos de sus rivales, especialmente Vicent Soler y Antoni Furió, parecían solaparse. Soler y Furió cayeron en la primera vuelta, y Morcillo ganó en la segunda a la catedrática María Antonia García Benau. Su victoria dijo mucho de los cambios registrados en la mayor y más antigua universidad valenciana desde la Transición.

Durante bastante tiempo, a las elecciones a rector se presentaron dos candidatos: uno más o menos vinculado al partido socialista; y otro, situado a su izquierda, de raíz nacionalista, englobado en la corriente conocida como Bloc, que siempre era el más votado. Aunque la elección de Francisco Tomás frente a Josep Lluís Barona, en 2002, pudo verse como una señal de que las cosas habían cambiado, aquella etapa se cerró del todo con la elección de Morcillo.

En el año que lleva a los mandos, la Universitat de València obtuvo el reconocimiento de Campus de Excelencia a su proyecto compartido con la Politécnica de Valencia, VLC Campus. Las relaciones entre las dos universidades de la ciudad, siempre tensas, han mejorado. Las cinco universidades públicas de la comunidad autónoma lograron cerrar el modelo de financiación plurianual. Un acuerdo que el presidente Francisco Camps había dejado pasar desde que llegó al cargo, en 2003, y que los rectores celebraron con parquedad; cuando el Consell les presentó la oferta la crisis era de proporciones pavorosas y las universidades se vieron empujadas a aceptar un pacto que tal vez no hubiesen aceptado en otro tiempo.

La Universitat ha puesto en marcha en estos meses un proceso de reforma interna que incluye la coordinación de los vicerrectorados del área académica (profesorado, grado y posgrado) en los profundos cambios que se están produciendo en los estudios universitarios, cuyo efecto debería notarse a medio plazo. Se prepara un sistema de enseñanza de idiomas, que medirá el nivel de valenciano e inglés de los alumnos en el momento de ingresar en la carrera para ofrecerles itinerarios que les permitan manejarlas cuando terminen. Se han profundizado las relaciones con el mundo de la empresa, las políticas de igualdad y de sostenibilidad. Se han reforzado, con las limitaciones de la coyuntura presupuestaria, los fondos para investigaciones punteras. Y se han establecido objetivos en todas las áreas de trabajo, que serán evaluados regularmente, aunque todavía falta perspectiva para conocer los resultados.

Lo que los nuevos en el equipo ya han comprobado es que dadas las dimensiones de la Universitat, con cerca de 60.000 personas entre empleados y alumnos, tres campus, 18 facultades, una veintena de institutos de investigación y decenas de departamentos, los cambios progresan con mayor lentitud de lo que esperaban. "Es difícil mover al unísono una universidad tan grande", afirman.

Todo lo anterior ha sucedido durante el primer año de Esteban Morcillo como jefe, pero probablemente la principal imagen que se ha trasladado al exterior ha sido la de un rector decidido a despolitizar la institución. Sacarla de conflictos políticos. Alejarla de polémicas. Y pacificar las relaciones con la Generalitat y el resto de Administraciones valencianas.

Lo que ha ocurrido, interpreta una persona de su equipo, es que ya no existe "un único alineamiento ideológico", sino una pluralidad que se advierte repasando la lista de vicerrectores, a pesar de la salida del vicerrector Josep Lluís Sirera, miembro del PSPV-PSOE. "Lo que se ha plasmado es una no irascibilidad hacia el Consell, lo dirija quien lo dirija. La universidad no es servil, pero es leal en el sentido de la lealtad institucional, no política, porque esa la tendrá cada uno con quien quiera". "En todo caso", agregan las mismas fuentes, "si ha habido un cambio sería que ahora se va a todo: a los ministerios, a las consejerías y donde nos convoquen".

Un importante sector de la universidad cree, sin embargo, que el rector se presta en demasiadas ocasiones a ir a actos cuyo principal objetivo es que Camps se fotografíe. O, como en el posado en l'Albufera contra las prospecciones petrolíferas, a actos de naturaleza frentista (contra el Gobierno) habituales en el Ejecutivo de Francisco Camps. "Es posible que el rector no supiera el objetivo, que le tendieran una encerrona", dice un catedrático, "pero en ese caso hubiese estado bien alguna explicación. Las explicaciones de por qué se hacen ciertas cosas mejorarían su conexión con el claustro".

La relación Universitat-Generalitat nunca ha sido fácil. En parte, señala un profesor, porque la institución ha ejercido una función crítica que resulta incómoda. No son pocos quienes creen que eso le ha pasado factura frente a otras universidades más discretas que se han beneficiado, sin embargo, de las reivindicaciones de la Universitat. Y que, sin renunciar a acoger la exposición de la Unió de Periodistes o a representar una obra de teatro sobre el abandono de las víctimas del accidente de metro, las buenas relaciones con el Consell y el Ayuntamiento de la ciudad son un objetivo importante. Una de las peores cosas que le pueden pasar a la universidad, opina una fuente, es que se la ignore, porque la misión que está llamada a cumplir en la sociedad está por encima del corto plazo que prima en los partidos.

Los críticos ponen el acento en dónde debe fijarse el límite. La intervención de la alcaldesa Rita Barberá, descalificando la trayectoria de la universidad democrática sin que el rector plantease objeciones, opinan, es ejemplo de la frontera que no se debería traspasar.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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