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La examante de Amedo le vuelve a culpar de un crimen

Uno de los pistoleros dice que sigue sin cobrar lo pactado

El segundo día del último juicio de los GAL fue un auténtico despropósito. Declaraban en calidad de testigos Inmaculada Gómez y Blanca Balsategui, las que fueron amantes de los policías José Amedo y Michel Domínguez en 1986, cuando ocurrieron los atentados contra los bares Batxoki y La Consolatión en el sur de Francia; y los tres mercenarios portugueses -Rogerio Carvalho da Silva, Paulo Figueredo Fontes y Antonio Jorge Ferreira Cisneros- que los llevaron a cabo. Ahora, 25 años después de los atentados, y dos décadas desde que los dos policías fueran condenados, se juzga al que fuera jefe superior de Policía de Bilbao Miguel Planchuelo, para el que la acusación solicita 114 años de cárcel, aunque el fiscal reclama su absolución. El juicio se celebra más de 12 años después de que se concluyera el sumario, porque estuvo varios años "traspapelado" en la Audiencia Nacional.

Un mercenario se negó a contestar sin el permiso de Aníbal Cavaco
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Igual que ocurriera hace 20 años, Inmaculada Gómez, que fue amante de Amedo, explicó que tanto él como Domínguez participaron en varias acciones de los GAL, siguiendo instrucciones de sus superiores. Añadió que en 1987 los dos agentes se escondieron en su casa. Se quejaban de que sus jefes les habían dejado solos. Entonces, para llamar su atención y presionarles, prepararon un atentado.

Gómez, que en todo momento se mostró muy contundente, relató que el atentado que estaban preparando era el del prófugo Juan Carlos García Goena.

Preguntada por algunos detalles del atentado, Inmaculada dijo que no los recordaba porque han pasado 20 años, pero que si constan en su declaración de entonces, seguro que son verdad: "No mentí en nada, en nada, en nada", dijo.

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Gómez había declarado que Amedo y Domínguez llevaron a su casa un paquete que parecía un queso, en una bolsa de unos grandes almacenes y que los policías les dijeron que iban a hacer un atentado para presionar a sus jefes. Pusieron la bomba en los bajos del vehículo de García Goena, que murió en el acto. "Y fue porque les habían dejado solos. Hasta que me muera lo diré", apuntilló.

La antigua amante de Domínguez, que en el pasado había incurrido en numerosas contradicciones para no inculpar a los agentes, a la primera pregunta que le formuló la acusación, dijo: "No recuerdo nada de esa época. Nunca me contaron nada". Una evidente mentira que nadie quiso replicar.

Amedo y Domínguez nunca fueron condenados por el asesinato de García Goena, porque, según el tribunal, las amantes tenían animadversión hacia ellos por haber sido abandonadas.

Pero lo verdaderamente surrealista fue la declaración del mercenario Rogerio Carvalho da Silva, uno de los autores del ametrallamiento de los bares franceses y preso en la cárcel de Lisboa por delitos diferentes a los de los GAL.

A la segunda pregunta dijo que tendría que recibir órdenes superiores para contestar a las preguntas. Preguntado por quién tenía que autorizarle, respondió que Aníbal Cavaco Silva, presidente de la República, que había dado orden de que no se hablara de eso.

Tras admitir que había ido a Francia a cometer los atentados, se negó a contestar de nuevo sobre quién se lo había propuesto.

La acusación quiso que el tribunal le forzara a declarar, ya que lo hacía como testigo. El presidente Alfonso Guevara, razonó: "Se trataría de un delito de desobediencia en Portugal. No somos competentes. Aunque llame al primer ministro no me va a hacer caso".

Carvalho admitió que los atentados fueron organizados por autoridades policiales y servicios secretos españoles, pero precisó que hasta hoy no le han pagado.

De los otros mercenarios, Figueredo está ilocalizable y Ferreira no quiso acudir a declarar.

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