El golpe a las juntas
Los países democráticos tienden a dejar que el electorado decida quién gobierna. Rusia prefiere resolver la cuestión de antemano, antes de que las elecciones se celebren realmente. En este momento, Dmitri Medvédev, el presidente del país, está decidido a demostrar que él -y no su primer ministro, Vladímir Putin- es el verdadero gobernante de Rusia. Está enviando señales inequívocas de que tiene toda la intención de permanecer en el cargo después de la elección presidencial de 2012. Esta semana, su orden de sacar a los ministros del Gobierno de las juntas directivas de las empresas de propiedad estatal es un ataque directo contra algunos socios cercanos de su antiguo mentor (e indirectamente, contra el propio Putin).
La medida de Medvédev llega unos días después de haber desautorizado públicamente al primer ministro en relación con Libia y de haber estampado firmemente su sello en la política exterior rusa. La última iniciativa es aún más importante. Podría alterar durante mucho tiempo las relaciones entre las empresas y el Gobierno. Los altos cargos del Gobierno forman parte sistemáticamente de las juntas directivas, y a veces ocupan la presidencia, de importantes empresas estatales, entre ellas la petrolera Rosneft, VTB Bank, la relacionada con el gas Gazprom, la empresa de telecomunicaciones Svyazinvest y la aerolínea Aeroflot.
La iniciativa del presidente es un gesto amistoso hacia el sector empresarial que contribuirá a reducir la constante politización de las empresas rusas. Es cierto que las consecuencias a corto plazo para las empresas que han sido blanco de Medvédev podrían ser negativas: no tendrán en sus juntas ministros que se preocupen por sus intereses. Pero, por otro lado, esto debería servir para reducir las distorsiones competitivas en la economía en general.
Pero la medida de Medvédev tiene más que ver con la política que con la reforma empresarial. El objetivo evidente de su orden son los ministros (quienes responden ante Putin, y actúan como sus ojos y oídos en las empresas). Y ninguno tanto como el ministro de Petróleo y Gas, Igor Sechin, el presidente de Rosneft, a menudo descrito como el líder de los exfuncionarios de seguridad que forman el séquito conservador de Putin. Al echar a Sechin de Rosneft, Medvédev demostrará realmente que los poderosos exespías de Rusia no son intocables.
La gran pregunta es si Medvédev puede salirse con la suya en esta última demostración de fuerza. Los funcionarios en cuestión ya están dando indicios de resistencia. Mucho va a depender de la reacción de Putin. Hasta ahora, el primer ministro se ha mostrado extraordinariamente indiferente e inactivo ante las enérgicas medidas de Medvédev, lo que indicaría que se ha resignado al nuevo papel de su emancipado protegido. Pero si no es así, existe la posibilidad de que, un buen día, Medvédev descubra que ha querido abarcar demasiado. -
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