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Columna
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Espero carta

Eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor es un tópico manido, pero en el caso del correo constituye una gran verdad. E-mail, SMS, Twitter..., uno ya no sabe dónde vamos a parar. Donde estén las cartas de verdad, las de sello de correos y letra manuscrita en el sobre, que se quiten todas las demás. Porque, vamos a ver: ¿cómo marcamos en el SMS la huella de las lágrimas del amante despechado que quiere volver? ¿Y aquella oración para el dolor de muelas, que había que mandar a doce personas?: claro que se puede tuitear, pero no es lo mismo, seguro que no hace ningún efecto. En cuanto al e-mail, ¿qué quieren que les diga?: si a Arias Navarro, aquel jefe de gobierno franquista que tuvimos, en vez de enviarle un motorista con una carta, le hubiera mandado el rey un e-mail, aún seguiría de presidente haciéndose el loco y fiándose sólo de los grandes capos de la banca (¿o estoy equivocado y en realidad no lo han cambiado?).

Los mensajes electrónicos no se pueden mandar con acuse de recibo y eso le quita alegría a la vida. Fíjense en el impresionante tapón que se ha montado con los envíos postales de los juzgados de la Comunidad Valenciana, al parecer porque el Consell no les paga. Pues sí que son finolis: tampoco paga a los del catering para festorros ni a las imprentas que tiran ediciones lujosas, por no pagar ni siquiera paga el esparadrapo de los hospitales y nadie se queja. Así anda la pobre CAM, compuesta y sin novio, desde que el Consell le hizo varios hijos espurios. Pero, en fin, lo interesante es que ha prometido que pagará y la gente empieza a recibir cartas atrasadas de la justicia. Hay una página web (debería haber un programa de Canal Nou, pero tampoco le pagan) en la que se cuelgan vídeos con las reacciones de algunos ciudadanos al abrir el buzón de su casa y no tienen desperdicio. La del hombre calvo que sopesa sospechosamente un sobre amarillo preguntándose si será la temida factura del sastre resulta impactante. También es muy buena la de aquel otro que confunde lo que parece una multa por maltrato infantil con el programa de una inauguración y se encara con la cámara diciendo: aquí el único que inaugura es este cura. Y tampoco se pierdan la de la señora temerosa de la denuncia con la que la amenazó un catalanista al que le había atizado un bolsazo en aquella mani de lema "arriba los tirius, abajo los troyanus, sí a la vida". Claro que lo mejor, como siempre, ocurre detrás de las cámaras. Resulta que esta gente, cuando abrió sus cartas, no recibió lo que esperaba, sino un aviso de correos para recoger un enorme paquete. Y cuando fueron a por él se encontraron con un huevo frito de escayola. ¿No me creen? Se lo juro: el envío lo firmaba un tal Ripollés con una posdata que decía: gracias por esta época dorada que ya no volverá. Amén.

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