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Reportaje:MÚSICA | Reportaje

El tablao se reinventa

Farruquito en Casa Patas. Tomatito en el Tablao de Carmen. Belén Maya y Pastora Galván en el Tablao Cordobés. Son algunos de los grandes nombres del flamenco actual, pero no hablamos de programaciones de teatros ni de grandes festivales. Actúan en tablaos, esos lugares históricos, a veces denostados por ser para un público guiri que no sabe de flamenco. ¿Qué está pasando para que vuelvan a estos lugares?

La crisis está transformando, poco a poco, el mapa de las actuaciones jondas, en la que quien manda es, desde hace años y con mucha diferencia, el dinero público. Así que si las Administraciones suspenden y abaratan festivales, algunos de los tablaos más antiguos y otros más recientes recuperan a los artistas que quedan fuera del circuito y reivindican su oferta: el flamenco más auténtico, sin aditivos escenográficos, sin amplificaciones y con grandes programaciones colectivas o actuaciones especiales. El tablao trata de resurgir en el siglo XXI.

"La crisis ha hecho que todos nos pongamos las pilas", dice Javier Martínez, del Tablao de Carmen

"El público no sale solo de casa. Es verdad que ahora el artista tiene menos trabajo, y abre un poco más su abanico, pero hay otro factor, que los negocios estamos abriendo los ojos todo lo que podemos para ver qué hacemos", explica Martín Guerrero, el director general de Casa Patas, tablao madrileño que abrió sus puertas en los años ochenta. Javier Martínez, director del Tablao de Carmen, nacido en Barcelona en 1988, está de acuerdo: "La crisis ha hecho que, a nivel general, todos nos pongamos las pilas, tanto para tirar adelante con el negocio como los artistas".

Los tablaos forman parte de la historia del flamenco como los lugares que, a partir de los años cincuenta, han servido a los artistas jóvenes para abrirse camino y desarrollar una carrera que, una vez consagrados, les ha llevado a los grandes teatros. Con esa vocación siguen muchos, que mantienen artistas fijos, en su mayoría jóvenes. Sin embargo algunos tratan de añadirle un perfil más potente, con ciclos temáticos o actuaciones especiales. Así lo están haciendo Casa Patas en Madrid o el Tablao Cordobés (abierto en las Ramblas barcelonesas en 1970) y el Tablao de Carmen en Barcelona. El primero organizó en 2010 Pellizcos flamencos, con nombres como Diego del Morao, Duquende, Pepe Habichuela o Montse Cortés, y mantiene abierta su programación a actuaciones especiales como la de Farruquito, que acaba de pasar por sus tablas. "En Casa Patas hacemos el esfuerzo de traer entre 250 y 300 artistas cada año", explica Guerrero.

Precisamente ha sido Farruquito el responsable artístico de los ciclos que el Tablao Cordobés, en Barcelona, ha organizado con motivo de su 40º aniversario. Pero antes ya organizaron otro, Fusión del talento, que juntó a bailaoras como Belén Maya y Pastora Galván; y ahora preparan Barcelona flamenca, "una superproducción de 15 artistas", explica Adame. "Hay un público local que queremos recuperar. Cuando programamos grandes nombres, triplicamos el público local, es muy evidente", explica Martínez, del Tablao de Carmen. En este local están preparando la segunda edición del Festival de Carmen Amaya, que en su primera edición contó, entre otros, con el guitarrista Tomatito, y que asesora José Luis Ortiz Nuevo, creador de la Bienal de Flamenco de Sevilla. "Cuando tenemos artistas más consagrados viene más público local", asiente Belén Núñez de Prado, socia de Los Gallos, en Sevilla. No todos los tablaos han tomado, sin embargo, este rumbo de grandes promociones. Algunos, como Los Gallos (abierto en 1966), no realizan ninguna programación especial, pero renuevan su cartel constantemente. "Los artistas se van de gira tres o cuatro meses, y luego vuelven al tablao", explica Núñez de Prado.

Tuvieron un papel muy importante durante tres décadas, entre los cincuenta y los setenta, como lugares en los que los artistas podían recibir un salario fijo y darse a conocer en un momento en el que el flamenco estaba fuera de los teatros. Algunos incluían comida y bebida, pero todos programaban varias funciones con un cuadro que podía incluir baile, cante y guitarra, y que solía cerrar la noche con alguna gran figura. Sin embargo, la llegada de la democracia y el surgimiento de los festivales organizados por los Ayuntamientos, fundamentalmente en Andalucía, derivó en un aumento de los cachés de los artistas, que dieron la espalda a estos establecimientos privados. En su necesidad de reinventarse, los tablaos volcaron sus esfuerzos hacia un público ávido de arte y, en principio, menos exigente: el turismo, con artistas más jóvenes y económicamente menos exigentes. "Hoy es imposible contratar a una figura como Poveda, por ejemplo, y yo en su día contraté a Camarón siendo ya Camarón", explica Adame, del Cordobés. "El dinero público alteró por completo el mercado, barrió a los privados. Ha pervertido totalmente las reglas del juego".

Hoy siguen siendo locales privados gestionados, en su mayoría, de manera familiar y con un trato muy cercano al artista. Guerrero, de Casa Patas, explica por qué: "Hay artistas a los que nosotros no podemos llegar, porque vendemos 120 entradas, así que la única manera de llegarles es que les apetezca venir". Sobre todo, para el artista, y en esto coinciden todos, está el aliciente de poder mostrar el flamenco más puro, sin artificios ni añadidos. "Aquí hay verdad y, si no, todo se ve", afirma Guerrero. Sin apoyo de iluminación, amplificación de sonido o escenografía, y con el público pegado al escenario, no hay trampa posible. "El flamenco del tablao es antiguo, diferente del que puedes ver con una compañía sobre un teatro. El concepto es otro, se realiza de otra manera, con otro contexto", añade Núñez de Prado, de Los Gallos. Es por esto por lo que se sigue considerando la mejor escuela. "El tablao es una cátedra indispensable por la que hay que pasar", dice Adame, del Cordobés, a lo que añade Martínez, del Tablao de Carmen: "Los tablaos son la cuna y la base de un artista flamenco".

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