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Reportaje:Gastronomía

Vinos con banda sonora

Bodegas y viñedos experimentan con música para que las uvas 'canten'

Rosa Rivas

¿Las uvas cantan al son de la música? Hay quien opina que sí: los viticultores que ponen banda sonora a viñedos y bodegas. Y no se trata solo de organizar conciertos de luz y sonido entre cepas y barricas, como incentivo del turismo entre copas. Las rutas vinícolas con "algo más" (del spa al espectáculo) proliferan en todo el mundo, de La Rioja al californiano Napa Valley. Son ingredientes para extremar lo bucólico.

Pero también los racimos o el líquido en fermento, no las personas, son los destinatarios de los sonidos incentivadores. ¿No bastan los sonidos de la naturaleza, el viento, la lluvia o el canto de los pájaros, para alimentar las delicadas uvas y la atmósfera que las rodea? Pues parece que no. Y la música clásica parece que triunfa en este terreno, sobre todo las pizpiretas y sensibles melodías de Mozart.

Existen discos basados en el genoma de la levadura del jerez
Los enólogos descreídos dudan que el sonido influya en la crianza

"Nuestra visión del Riesling queda descrita en la música de Mozart. Sus piezas viven de una elegancia juguetona agradable, que se comunica agradable y directamente, como nuestros vinos", proclama el bodeguero Reinhard Löwenstein en su web. Pero evocaciones para bebedores aparte, en su terroir del valle de Mosela (Alemania) los propios vinos también se escuchan música.

En otro valle vinícola, Loira, Benoit Courault tiene un sistema de sonido en las barricas, según refiere la escritora estadounidense de vinos Alice Feiring. En Suráfrica, las bodegas De Morgenzon mantienen música barroca las 24 horas del día tanto para cepas como para vinos. El violinista alemán Florian Meierott toca piezas de los autores emblemáticos germanos en el antiguo viñedo de Wurzburgo. En la destilería de mezcal Los Danzantes, suena folclore mexicano. Los vinos portugueses de Adega da Mata beben clásica.

En Beronia, en La Rioja, el hilo musical tiene cantos gregorianos. Y en las bodegas Félix Callejo, en la ribera del Duero, el vino reposa en barricas bordelesas "mecidas" por cantos gregorianos. En Chile, también se prueba el efecto de las voces monacales. El enólogo Aurelio Montes montó en su bodega del Valle de Colchagua un equipo de música y altavoces para envolver la sala de barricas y lograr que "el caldo madure en un ambiente relajante". Montes dice que "esa sensación de paz y calma" también la vivió con el cava musicalizado en las bodegas de Codorniu de Napa.

En la Toscana, tanto las uvas como los vendimiadores viven el momento musical. El italiano Carlo Cignozzi, propietario de Il Paradiso de Frassina, comenzó animando a los frutos de la vid y a sus trabajadores armado con su acordeón y paseando entre cepas. Luego se lanzó con la Universidad de Florencia a investigar si la música podía afectar incluso a los hongos y a los parásitos de la vid, además de enriquecer su maduración. Vivaldi, Scarlatti o Bach sirven, según Cignozzi, para estimular el desarrollo foliar, y el energético Beethoven ahuyenta, al parecer, a los depredadores de uvas.

Los racimos musicales parecen brotar como hongos por el mundo... Medios anglosajones han recogido este mes el "invento" del austriaco Markus Bachman. El autor no deja fotografiar el objeto, aunque dice que es pequeño, azul celeste, en forma de miniovni y se inserta en el fermento para estimular la levadura con sonidos. "Los vinos maduran antes y salen más afrutados", asegura Bachman. Pero su ocurrencia no es nueva. Hace casi diez años que unas bodegas jerezanas utilizan música creada especialmente para mimar la crianza del vino. Las bodegas Estévez cuentan con la colaboración de la microbióloga Aurora Sánchez-Sousa , que ha estudiado la influencia de la música en los vinos de Jerez.

La investigadora presentó sus trabajos sobre la influencia sonora en 2001 en el Instituto Pasteur de Paris y ha realizado varios discos con temas musicales basados en la secuencia genética de la flor, la levadura de la familia Saccharomyces que recubre el vino de Jerez en su crianza.

"Si la temperatura, la humedad, la luz o la ventilación afectan a la calidad de un vino, la música también puede hacerlo", consideran en la bodega jerezana.

Para profesionales descreídos, musicalizar la producción del vino es una "estrategia más de marketing para vender vinos". Lo piensa Ignacio de Miguel: "Son cuentos, como lo del vino bajo el agua, que nos alejan del consumidor y refuerzan la imagen de esnobs. Los enólogos no somos místicos ni de otro planeta, somos artesanos de la tierra". "Dudo que las ondas sonoras influyan en la crianza del vino y en su calidad", afirma Cristina Alcalá, directora de Mi vino, e ironiza: "¿Si ponemos Patti Smith nos sale un vino rebelde y si es Mozart un vino relajado?". Pero coincide, al igual que el enólogo y sumiller Josep Roca, en que la música celestial la pone la sensibilidad de quien bebe.

El enólogo de El Celler de Can Roca, donde la cocina del vino es una línea de trabajo, se centra en la propia música de la bebida. Ha estudiado a fondo el vino y los estados de ánimo y la influencia en el alma de lo que pasa por la boca y se cuela por todos los sentidos. Olfato, tacto, voz, imágenes y sonido estimulan energías. "La serenidad, la ternura, el bienestar, la satisfacción, la melancolía positiva"... Ese es el lenguaje del vino que investiga Josep Roca.

SCIAMMARELLA

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.
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