Estancados
España es ese país que se engolfa en su estancamiento. Perdón, decir España es mucho, mejor hablar de sus más vistosos grupos sociales, prensa y clase política. Engolfados estamos y estaremos en ese ponzoñoso asunto de las conversaciones del Gobierno con ETA. De nada sirve que, según rezan las encuestas, los españoles sitúen hoy el desempleo, el desencanto político o la corrupción como algunas de sus principales preocupaciones: si hay una voluntad de políticos y opinadores de colocar de nuevo, como tema prioritario, las maniobras del Gobierno con los terroristas, el resto de nuestros intereses serán aparcados. Utilizar el terrorismo como arma electoral es un viejo asunto; usarlo cuando parece que la banda agoniza (a pesar de la amenaza que siempre late en un animal moribundo) es darle una cobertura publicitaria a una gentuza que sufre al verse en segundo plano.
Parece como si los medios nos ofrecieran un espacio para que expresáramos certezas. Lamento no tenerlas. No sé cómo se hace eso de zanjar una etapa tan dolorosa como fue la del azote del terrorismo en España; no sé cómo se calibran las dosis exactas de dureza y (tal vez) de mínimas cesiones. No lo sé y me siento muy aliviada porque ninguna de esas responsabilidades dependan de mi juicio inexperto, que, por cierto, tampoco deseo poner aquí por escrito. Mi único convencimiento es que sería deseable que tantos los errores como los aciertos fueran compartidos. Hacer oposición ahora, en estos momentos, con la lucha antiterrorista puede interesarle a ese público hooligan que disfruta cuando a un ministro le llaman "amigo de los asesinos" y lindezas de ese tipo, pero si mal no recuerdo habíamos quedado en que lo prioritario era acabar con las dos lacras que este momento azotan España, la corrupción y el paro. Lo otro, es estancarse en una bronca que ahora no viene a cuento.
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