El Tío Tom, de compras en Roma
El magnate estadounidense de ascendencia italiana DiBenedetto, socio en la empresa dueña del Liverpool, ultima adquirir el club de Totti
"Me siento muy feliz de estar en Roma. ¡Forza, Roma!". Ese fue el único comentario que un entusiasta pelotón de periodistas y aficionados pudo arrancar ayer, en el aeropuerto de Fiumicino, a Thomas DiBenedetto, magnate estadounidense de ascendencia italiana y socio en la empresa dueña del Liverpool y del Boston Red Sox , equipo de la Liga norteamericana de béisbol.
El rubicundo italoamericano, bautizado por la infalible retranca romana como Tío Tom, llegó desde su Boston natal dispuesto a rematar la compra del Roma por un saco de dinero. En Italia aseguran que el grupo empresarial de DiBenedetto se hará, si todo va bien, con el 67% de las acciones del club de Francesco Totti a cambio de 114 millones de euros.
Gadafi es accionista de la entidad, pero su participación está congelada
Aclamado por los tifosi como un ídolo en dialecto romanesco ("Daje, Tom; face vince": "Vamos, Tom; haznos ganar), DiBenedetto, de 60 años, llegó adecuadamente vestido de naranja y dejó el aeropuerto escoltado por la policía para reunirse con los abogados de los actuales dueños del club: la petrolera Italpetrol, de la familia Sensi (51% de las acciones), y el primer banco italiano, Unicredit (49%), cuyo accionista de referencia es todavía hoy, aunque la participación ha sido congelada por las sanciones de la ONU, el Banco Central de la Libia de Muamar el Gadafi.
Todo pintoresco y excesivo, no cabe duda. Pero la afición es así y está feliz con la perspectiva de tener un americano en Roma, como habría querido Alberto Sordi. Aunque varios intentos de ventas a jeques y fondos más o menos opacos han fracasado en el pasado, las redes sociales y los foros romanistas hierven estos días de comentarios ilusionados, pronostican fichajes fabulosos (Lavezzi, el primero), prevén un baño de oro que pondrá al equipo al nivel del Inter o el Milan...
En Roma se tiene la certeza de que DiBenedetto sustituirá como presidente, si la negociación cuaja, a Rosella Sensi, la tímida heredera de Italpetrol que ha guiado los inescrutables vaivenes del Roma durante 18 años dejando un solo título de Liga en las vitrinas.
Pero ni siquiera está claro si el magnate invierte por cuenta propia o por encargo de los dueños del Liverpool. "Son unos amigos", ha dicho. La afición, cansada de los Sensi, solo espera que acabe lo antes posible el culebrón y ayer vio razones para el optimismo en el ligero equipaje del magnate: solo una bolsa de mano.
DiBenedetto es oriundo de los Abruzos (una región del centro del país cuya capital es El Águila) y tiene alguna experiencia en el deporte. Según la revista Forbes, es presidente del Boston International Group y socio en la New England Sport Ventures, ambas dedicadas al negocio deportivo. La segunda, fundada en 2001 por John W. Henry y Tom Werner, compró recientemente el Liverpool y en ella figuran otros 12 socios más, entre ellos el grupo editor de The New York Times.
Curiosamente, DiBenedetto tiene una característica que recuerda lejanamente a Gadafi, que desde su asediado búnker sigue controlando el 7,5% de la Juventus y el 33% del Triestina: tiene cinco hijos y uno de ellos juega de titular en los Red Sox. Adriano Cecarelli, experto en placas solares y romanista furibundo, confía en que acaben ahí las similitudes: "Ahora formaremos parte del gran pueblo americano. Mucho mejor esto que cuando Giulio Andreotti nos puso al fascista de Ciarrapico de presidente".
En una entrevista a la Gazzeta dello Sport , el futurible ha dicho que quiere hacer del Roma uno de los primeros equipos del mundo, que espera que los goles de Totti y Vucinic le lleven a la Champions y que Montella, el nuevo entrenador, está trabajando bien.
El único que parece descontento es el ministro de defensa, Ignazio La Russa, que ha tenido tiempo en medio de la intervención en Libia para gafar la operación: "¿El Roma, a los americanos? Me recuerda a la película de Totó, cuando le vendía a uno la Fontana di Trevi". Nacionalista a ultranza, La Russa ha concluido: "No me gusta la idea. Espero que sea la última vez que pasa".
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