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Columna
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El arte del simulacro

En la primera mitad de los años setenta del siglo pasado, Hollywood puso de moda el cine de catástrofes. Con Terremoto, bordó el rizo. Además de Charlton Heston y Ava Gardner, los productores añadieron una banda de sonido extra en la proyección, de manera que en algunas escenas se lograba un efecto de vibración en la sala, algo que hasta ese momento solo podía percibirse en las butacas de retaguardia, que era donde habitualmente se desataban movimientos sísmicos y otros éxtasis de la naturaleza, de distintas magnitudes e intensidades. Aquella innovación técnica en forma de tembleque recibió el nombre de sensurround. A raíz de la catástrofe nuclear de Japón, las autoridades intentan tranquilizar a la parroquia, una vez adoptada, a petición o exigencia de parte, la temeraria decisión de prorrogar hasta el infinito y más allá la caducidad de las centrales atómicas de la demarcación. Por cierto, los responsables de Ascó se niegan a declarar ante el juez, por el proceso abierto con motivo de la fuga de partículas radiactivas en noviembre de 2007, un incidente sobre el cual no informaron hasta casi medio año después. Y no es por hurgar en la chapuza, que también, pero la fiscalía recuerda que fueron hallados pedazos radiactivos en la orilla opuesta del Ebro, en una chatarrería a 60 kilómetros de Ascó, e incluso en el zapato de un trabajador que salía de la planta, mientras que "no se cancelaron las visitas de grupos de estudiantes a la central" una vez conocida la fuga y dispersión de partículas. Debe ser la norma de la casa, tras el hito histórico del baño de Fraga en Palomares. ¡Viva Honduras!

Para que no cunda el pánico, y atendiendo a la parca credibilidad ofrecida por el regimiento de tertulianos en formación de ataque que abogan por la pervivencia y seguridad de la energía nuclear, con entusiasmo no sé si debidamente gratificado por las corporaciones eléctricas, el Gobierno dice que someterá estas instalaciones a pruebas complementarias de seguridad. Sobre la colección de incidentes de distinto riesgo acumulados durante años, pelillos a la mar. Amantes como son del eufemismo y otros circunloquios evasivos -recuérdese el inminente basurero nuclear, también llamado Almacén Temporal Centralizado-, a falta de mejor ocurrencia, lo llaman pruebas de estrés. Es decir, que si las centrales no superan la prueba de estrés... ya nos enteraremos cuando nos miremos al espejo. ¿Y en qué diablos consiste una prueba de estrés? En un simulacro. Porque no van a montar un tsunami en Vandellós, o meter dinamita en Cofrentes hasta lograr una sacudida de 9 grados de la escala de Richter, a ver si la vasija del núcleo resiste como la porcelana o el acero inoxidable. Se simula. Es como un videojuego. La ventaja es que sirve lo mismo para evaluar una central caducada, que para viajar a Saturno sin salir de casa. Y para Apocalipsis, ya tenemos a Camps.

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