La mesura de Molin
El nuevo entrenador del Madrid aplica la pedagogía frente a la marcialidad de Messina
Detrás del ruido y el desconcierto que generó la dimisión de Ettore Messina como técnico del Madrid, un hombre tranquilo gestionaba, abrumado, su debate emocional. Tras media vida como ayudante, la marcha de "su amigo" ponía a Emanuele Molin en la tesitura de dar un paso al frente.
"Ha sido un proceso de decisión familiar. Tenía dudas sobre si era correcto seguir o no, pero le convencimos", explicó Messina en su despedida, en la que se esmeró en apadrinar a Lele, como llaman a Molin. "Es un excelente profesional, muy capacitado. Sus éxitos los sentiré míos", remató dándole la alternativa.
Subalterno vocacional, hace poco más de tres semanas, a sus 51 años, Molin se convirtió en primer espada. Sereno, como siempre, se presentó con una mezcla de estupor, descargo e ilusión. "Han sido días durísimos. He vivido cosas increíbles. El equipo está sufriendo. Entiendo el baloncesto igual que Ettore, pero somos distintos", dijo en su primera rueda de prensa.
Con poco más de 20 años, Messina y Molin conquistaron su primer título dirigiendo al equipo júnior del Superga de Mestre, la localidad natal de Lele. El éxito precoz les llevó por distintos caminos. Messina, rumbo a Bolonia. Molin, camino de Treviso, donde compartió banquillo con maestros de la pizarra como Petar Skansi o Zeljko Obradovic.
En 2001, Molin dejó Treviso para reunirse de nuevo con Messina, al que acompañaría desde entonces en todos sus destinos: Bolonia, Treviso y Moscú con tres Euroligas en su palmarés (2001, 2006 y 2008). Juntos aterrizaron en Madrid en el verano de 2009 y juntos compartieron el banquillo blanco hasta el 3 de marzo, cuando, después de una sonada derrota ante el Montepaschi, Messina dio el portazo.
El Madrid apostó por Molin "por coherencia, por su talante", por la falta de alternativas y para ahorrarse un costoso finiquito. "Está siendo como era antes. Los jugadores le aprecian y le respetan", cuentan en el club elogiando la figura de quien terciaba en cada fricción entre Messina y los jugadores. Buen estratega y experto en instruir a los hombres altos, ha tutelado con esmero los progresos de Mirotic. "Es generoso, cercano, el contrapunto de Messina, el asistente perfecto y el mejor interlocutor", cuenta Van den Spiegel, pupilo de la pareja Messina-Molin en el CSKA y el Madrid.
Distinta pedagogía con los tiempos muertos como escenario. Cuando antes se oían correcciones y reproches con tono marcial, ahora se escuchan palabras de ánimo. "Vamos, chicos; tranquilos, sin miedo...", son coletillas habituales en el discurso de Lele.
"Es bastante más calmado que Ettore. Ser segundo es un puesto importante, pero el entrenador es el líder. De momento, lo está llevando muy bien", cuenta Sergio Rodríguez. "Lo mejor que podía pasar era que nos entrenara Lele. Traer a un técnico que no conociera el vestuario ni el club habría sido complicado", refrenda Reyes.
"Los jugadores me están ayudando. No crearon problemas antes y menos ahora. Noto el apoyo del club y del equipo", explica Molin. El pasado sábado, en Málaga, descubrió el sabor de la derrota después de tres triunfos consecutivos. Ahora, el hombre tranquilo tiene ante sí el mayor desafío de su carrera: llevar al Madrid a una final four que se le resiste desde hace tres lustros.
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