Responsabilidad
En su último libro, El fin de una época, Iñaki Gabilondo explora las causas de la degradación del periodismo. Sus conclusiones son tan luminosas como de costumbre. Lo que una vez fue el oficio de contar historias, afirma, se ha convertido en el oficio de contar audiencias. Las cifras de lectores, oyentes o telespectadores han dejado de ser una consecuencia para convertirse en el principio que impulsa el trabajo de muchos comunicadores. Lo más grave es que el fenómeno parece haber desbordado el ámbito de las redacciones.
La emergencia nuclear japonesa ha impulsado a algunos líderes mundiales a tratar a sus ciudadanos como si fueran cifras en un estudio de audiencia. Mientras la información suministrada por las grandes cadenas de televisión norteamericanas creaban un pánico capaz de acabar con todo el yodo de la Costa Oeste, el comisario europeo de energía, Oettinger, hablaba del apocalipsis que está por llegar. Así logró convertirse en una estrella mediática, mucho más popular que esos catedráticos de Física que no interesan a nadie. Donde debería de haberse abierto al fin una reflexión seria, reposada y basada en evidencias científicas, Merkel ha inaugurado una corriente de gestos que resulta pintoresca, como mínimo, en un continente donde nadie recuerda una ola de 10 metros. Nadie parece tampoco interesado en averiguar si existe alguna causa capaz de explicar el sorprendente incremento de la actividad sísmica en el planeta.
No tengo ninguna simpatía por la energía nuclear. Pero la transparencia y la serenidad del Gobierno japonés me parecen mucho más respetables que el apresurado populismo electoral que algunos líderes occidentales intentan hacer pasar por responsabilidad. Para mí, en estos momentos, la imagen de la responsabilidad es Yukio Edano, con su expresión grave, su chaqueta azul y su apabullante dignidad.
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