'Aizkolaris' de ciudad
Tres generaciones de una misma familia protagonizan en Barakaldo el reto de cortar un tronco de dos metros y medio de circunferencia
Julián, Amando y Julen. Abuelo, padre e hijo. 81, 50 y 14 años respectivamente. Tres generaciones de una misma familia unidas por la madera y el hacha. Aizkolaris todos ellos, ayer dieron buena muestra de su maestría en su Barakaldo natal, donde asumieron el protagonismo de la celebración del Día del Padre. Lo hicieron con una simbólica exhibición que consistió en cortar un tronco de haya de dos metros y medio de circunferencia. Aunque ya habían testado sus fuerzas en público previamente, nunca antes habían asumido un reto conjunto de tamaña exigencia. El público supo reconocerlo con su ovación.
La familia Larrea representa al Barakaldo autóctono y rural que durante el pasado siglo resistió los embates de las fábricas y el hormigón en torno al valle de El Regato. Julián fue quien dio inicio a una tradición, la de cortar troncos, a la que se aficionó por casualidad con 45 años, una edad tardía a la que otros suelen retirarse. Fue en unas fiestas de barrio cuando un concurso entre vecinos demostró su habilidad para una especialidad a la que nunca antes se había dedicado. Decidió entrenarse y llegó a ser campeón de Vizcaya. Después siguió idénticos pasos su hijo Amando, que aún mantiene la forma y en 2010 se proclamó subcampeón territorial.
Con 14 años, el menor de la saga aspira a revalidar los títulos de sus progenitores
El abuelo guarda en su caserío una gran colección de hachas y piezas de forja
La responsabilidad de mantener a los Larrea entre lo más granado de los aizkolaris comienza a recaer en el joven Julen, que en plena adolescencia aún comienza a apuntar ya maneras. Ayer se fajó con solvencia junto a sus progenitores. "Lo más importante es que le gusta y está dispuesto a entrenar cada vez que se lo permiten los estudios", asegura su padre, más satisfecho de los beneficios que puede reportar a su hijo del deporte, que de los resultados.
Más allá del simbólico reto, la jornada de ayer sirvió también de marco para la entrega de cuatro pequeñas sillas artesanas de madera, talladas por el propio Julián, a los padres de unos cuatrillizos que recientemente han nacido en la localidad de la Margen Izquierda. "Las he realizado con el tronco de un olmo que tuvieron que cortar unos operarios para realizar unas obras. Me propusieron aprovecharlo y no lo dudé", confiesa el escultor, además de deportista, quien ha personalizado los asientos y ha incluido la firma de la familia Larrea en un lateral.
No es la primera vez que el mayor de la saga participa en este tipo de iniciativas. En su caserío alberga una de las colecciones individuales de hachas y piezas de forja más grandes de España, la cual no duda en enseñar orgulloso a todo el que pasa por la puerta y pregunta por ella. Incluso se ha planteado la idea de poder cederla, en parte, para un museo etnográfico local. Su explicación es clara. "Hay tradiciones que es una pena dejar que se pierdan".
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