Al desnudo
Cuentan que detrás de la crisis mundial, la revuelta de Túnez y Egipto, la guerra en Libia y el seísmo, tsunami y catástrofe nuclear de Japón está la mano de Zapatero. Quien, cuando quiere descansar hace "trasnadas" y le echa droga en el Cola Cao o en el cubalibre a algún concejal de la derecha. Dicen que solo librándonos de él descansaríamos al fin y volveríamos a ser la España de la gente normal, como Dios manda. Así, en el debate del Parlamento gallego nuestro presidente de la Xunta le echó la culpa de los problemas que tuvimos, tenemos y tendremos. No tiene sentido repetir más debates como el de esta semana, ya sabemos quién es el culpable de nuestros problemas, Zapatero, y cuál es el único remedio para solucionarlos, que se vaya. Esa visión de las cosas nos la ofrece el PP y tantos medios de comunicación que les siguen o empujan, quien quiera comprarla que la compre. Por su parte, los dos partidos hoy en la oposición, PSdeG y BNG, nos ofrecen una visión distinta de la realidad: la culpa de nuestros problemas es de Feijóo. Y quien quiera comprarla que la compre también.
El paisaje de cada día es el de la impotencia de la política gallega
Todo es demagogia e impostura, hace tiempo que no se había caído tan bajo
No voy a defender a Zapatero de todo lo que se le acusa, cuando tanta gente lleva suspirando tanto tiempo por que se vaya, uno llega a la conclusión de que toda esa demonización se debe a que, efectivamente, es el mismo Demonio, el Anticristo. En cambio debo defender a Feijóo pues, aun estando en desacuerdo con mucho de lo que hace y dice, hay que reconocer que la acusación de que él es el culpable de nuestros males es injusta. Él solo tiene una parte de responsabilidad, la que le corresponde y que no es poca por estos dos años de gobierno, pero la cosa es de más alcance.
Vamos viendo que hemos llegado al fin de muchas cosas, que estamos en la fase terminal de un proceso, el contexto mundial tan apocalíptico casi parece el adecuado para mirar nuestras dificultades actuales. Vivimos un momento de revelación, la crisis está haciendo que se rompan las costuras del manto de propaganda y tontería que nos hemos tejido entre todos y que se muestren al aire nuestras miserias. Ahí está la destrucción de Clesa, otra muestra del desastre de nuestras políticas agrarias en todos estos años, un fracaso innecesario e injustísimo con el esfuerzo que hicieron nuestros labradores. Pero el paisaje de cada día es el de la impotencia de la política gallega ante cualquier problema, tanto desde el Gobierno de la Xunta como desde la oposición: lo invisible se ha vuelto visible, ni quienes están en la Xunta ni quienes están en la oposición ofrecen política seria, basada en un proyecto de país que la sociedad pueda tomar en serio. Todo se vuelve demagogia e impostura, hace tiempo que no se había caído tan bajo en la lucha política. Y los debates y acusaciones entre partidos gallegos no interesan a nadie porque Galicia se ha vaciado de política, ya no la tomamos en serio.
Pero no basta señalar la desnudez de los partidos, el vacío de esa política, el agujero gallego es mucho mayor, el paisaje que tenemos delante y que hacemos por no ver es un desastre que hemos creado en todos estos años de autonomía, en vez de autogobernarnos hemos practicado el caos. Esta Galicia nuestra no hay quien se la crea. El AVE entre nuestras ciudades tiene todo el sentido y es una necesidad para articular el país pero, ¿qué superpaís es ese que, teniendo población envejecida y de 2.800.000 de personas, cuenta con tres aeropuertos en una distancia de 170 kilómetros? ¿Cómo hacen para dar para tres universidades? ¿Qué próspera nación levanta una súper Cidade da Cultura, sin proyecto, y dos superpuertos, uno al lado del otro? Ni en Alemania gastan tanta pólvora. Deberíamos avergonzarnos de mirarnos al espejo, tiramos el dinero y luego nos quejamos. No basta con acusar el despilfarro de esta Xunta que reparte dinero alegremente a empresas amigas mientras recorta los servicios públicos, todos participamos de un modelo imposible de pagar. Alguien tendrá que decirlo de una vez: no podemos pagar todo eso. Y el AVE a Madrid nunca será rentable, es cierto, y jamás sería una prioridad de una política de comunicaciones pensada para y desde Galicia. Hay otras.
Pero, ¿y las famosas cajas? Cuánto nos han mentido. Tantos años haciéndonos creer que eran entidades poderosas cuando alguna de ellas debía haber sido intervenida hace años. Y ese baño de chovinismo localista que tuvimos que presenciar hace apenas unos meses. Unos meses es lo que ha tardado la vida en ponernos en nuestro sitio. De nada vale quejarse, los mercados nos ponen nuevas y más duras tareas cada mes, cada semana, es la salvaje realidad. Los números son implacables, no se someten a los lamentos sino al poder. Y esta Galicia sin proyecto de país no va a ningún sitio, al no tener proyecto de país no tiene poder alguno. Ahora sí que estamos en pelota.
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