Simon van der Meer, ingeniero que cambió la Física
Obtuvo el Premio Nobel en 1984 junto con Carlo Rubbia
Simon van der Meer, que murió el pasado 4 de marzo a los 85 años, fue un extraordinario ingeniero cuyas ideas transformaron el campo de la física de partículas. Es recordado sobre todo por la técnica conocida como refrigeración estocástica, por la que obtuvo, junto con Carlo Rubbia, el Premio Nobel de Física de 1984. Sin embargo, su legado va mucho más allá: sin van der Meer, la física de partículas habría tomado un rumbo muy diferente durante las tres últimas décadas.
Van der Meer nació en La Haya (Países Bajos) en 1925. Estudió en la Universidad de Delft y en 1956 empezó a trabajar en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en francés), donde permaneció hasta su retiro en 1990.
Su contribución al colisionador de partículas fue determinante
Pronto sería evidente, para quienes colaboraban con él, que era un hombre amante de los enigmas, con el talento y la paciencia para resolver los más complejos. La historia de su Premio Nobel empieza con uno de ellos.
Entre los principales retos de la física de los aceleradores está el de empaquetar nubes de partículas cargadas en haces que puedan utilizarse para investigaciones posteriores. Ese proceso de refrigeración o enfriamiento planteaba un desafío que Simon abordó por primera vez en una reunión en 1968. Ideó una técnica que, en lo esencial, consiste en medir el tamaño y momento de las partículas del haz en un punto del anillo del acelerador, confinarlo en el centro de la sección del anillo y aplicar las correcciones necesarias. Era una invención típica de Simon van der Meer: engañosamente simple a primera vista, pero un golpe de genio para cualquiera que de verdad entienda cómo funciona un acelerador.
Tuvo que pasar algún tiempo, sin embargo, para que ese golpe de genio se hiciera realidad. Como cualquier aficionado a la resolución de enigmas, Van der Meer, una vez que dejó este resuelto, pasó al siguiente. Sus colegas se las vieron y se las desearon para convencerle de que diera forma escrita a sus ideas, lo que acabaron consiguiendo, iniciando de este modo su largo camino hasta Estocolmo. En 1972, Simon escribió su primer articulo sobre la refrigeración estocástica. En 1974 se resolvió con éxito el experimento que ponía a prueba sus ideas en el primer colisionador de hadrones del mundo, ubicado en las instalaciones del CERN.
De forma simultánea, otro científico visionario, Carlo Rubbia, ideó convertir el sincrotón del CERN en un colisionador que haría chocar frontalmente haces de materia y antemateria, lo que requería la paciente acumulación de antiprotones para la que era indispensable la refrigeración estocástica.
Mientras Van der Meer construía los sistemas que requería el colisionador, Rubbia dirigía uno de los equipos que estudiaban las colisiones entre protones y antiprotones. En 1983, el CERN anunciaba el descubrimiento de las partículas W y Z, portadoras de una de las interacciones fundamentales de la materia. El año siguiente, Van der Meer y Rubbia recibían la llamada de Estocolmo con la que sueña cualquier científico. El comité del Nobel resumió sus respectivas contribuciones al descubrimiento con suma elegancia: "Simon lo hizo posible. Carlo hizo que ocurriera".
Van der Meer se retiró del CERN hace más de 20 años, pero su influencia es hoy tan vital como en los sesenta. Laboratorios del mundo entero utilizan otras invenciones suyas, como el horno magnético para la producción de neutrinos o el escáner que mide la luminosidad de los rayos. Ejercer tan amplia influencia a lo largo de tanto tiempo es excepcional. Y Simon van der Meer era un hombre excepcional.
Fritz Caspers, científico del CERN, firma este artículo en nombre de los compañeros de Van der Meer en la institución.
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