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Columna
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Una de memoria

Soy un gran admirador de Unamuno, de su habilidad para observar lo cotidiano, amen de su obra literaria y filosófica. Comparto su sentencia sobre la memoria de los españoles, que comparó con la de las gallinas, lo que inmediatamente me lleva a mencionar el refrán en el que se nos atribuye a los humanos la enorme facilidad de tropezar dos veces en la misma piedra. Si fueran dos veces ni mal, pero la falta de memoria nos hace caer muchas veces en el mismo error.

A poco que el mundo de Batasuna parece que se mueve hay muchos que se disfrazan con la pequeña túnica de algodón blanca, agarran la rueca y la cabra y empiezan a declamar arriesgadas frases pacifistas. Somos un chollo, porque menos mal que el fusil de mira telescópica ruso se quedó al norte de Francia en un zulo, que si no, para un lehendakari que hemos tenido que no proviene del nacionalismo, van y nos lo matan. Afortunadamente no ha sido así, gracias a la acción policial, no tanto a las tonterías que dicen y hacen en repetidas ocasiones determinadas autoridades. Y es que se nos había olvidado que está en la naturaleza del escorpión matar, incluso a la rana que bondadosamente le pasa el río sobre su lomo. Cuando no teníamos por qué olvidarlo, porque en todo lo que parece movimiento en el mundo de ETA-Batasuna no hay ni la menor autocrítica a la violencia ejecutada, lo que nos debiera preocupar cara a su práctica en el futuro.

Esta carencia de autocrítica sobre la violencia pasada, que sí hizo el IRA antes de ponerse a negociar, hace muy difícil que alguien con dos dedos de frente se acerque a ellos, pues el único discurso respecto a esa violencia que han realizado es el de su puesta en valor. Gracias a ella, dicen, el sujeto vasco de soberanía, la autodeterminación, la territorialidad, el conflicto, son aceptados no sólo internacionalmente, sino que fueron presentados y discutidos ante los delegados del Gobierno español en la ultima negociación que acabó en mayo de 2007.

En estas condiciones de inmadurez y enajenación democrática que aún destila ese mundo, cualquier acercamiento a él mediante una negociación lo único que produciría, en el mejor de los casos, es enquistarlo. Como ocurrió con el carlismo tras el desafortunado Abrazo de Vergara: enquistarlo para siglo y medio, cuando ya entonces estaba muertito. Sepan que hay negociaciones que resucitan a un muerto.

Una cosa es buscar como sea la legalización y otra ser un instrumento positivo para la convivencia, y eso pasa por una sincera autocrítica de todo el horror que se ha inferido. Porque rechazar la violencia del futuro si la hubiera no es tan difícil, cuando el que se encarga de que ésta no exista es la policía. Vamos, que no tiene mérito rechazar el futuro, porque ETA no lo tiene, ya está muertita. Lo que no hay que hacer es la rana, es decir, lo de Vergara. Porque con aquel acuerdo no les quedó más remedio a los carlistas que volver una y otra vez a las andadas hasta por fin ganar en 1939.

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