El espejo
Uno no quiere polemizar con el asunto de las televisiones autonómicas, porque ponerse en su contra es que te acusen de facha y que las amistades empiecen a mirarte de reojo durante los almuerzos, aunque ese uno cada vez encuentre menos sentido a un medio cuyo fin no anda nada claro y que cuenta en su haber con bastantes más batacazos que cimas coronadas. Es decir, que uno prefiere dejar correr el debate para no terminar por darles la razón a quienes, ciertamente dirigidos por ideas que huelen mal y que sienten al cuartel y la sacristía, consideran que una televisión autonómica sirve mayoritariamente para cantar las loas del gobierno de turno, glosar las visitas del presidente de la cosa a escuelas, hospitales y consistorios, y para fabricar un espíritu de patria que quizá no exista fuera de las ondas, motivos todos por los cuales igual no merezca el dispendio en profesionales, estudios, aparatos y demás que cuesta al erario público. Dejemos todo eso. Olvidémonos de la televisión autonómica. Y uno quisiera hacerlo, en serio, pero entonces choca con la programación diseñada para distraer o aleccionar al sufrido público andaluz de esta temporada, encuentra en dicho menú un espacio titulado Hace falta valor y sus intenciones de guardar silencio se vienen al suelo. Si alguien anda distraído por ahí, corro a informarle de que Hace falta valor es un concurso orquestado por Canal Sur en el que trata de divulgarse el gusto por los toros. Con el fin de volver más atractivo, agradable y simpático ese orbe que rodea a la ganadería, el traje de luces, el picador y el señorito, el programa hace circular a famosos de segunda división por un tentadero en que habrán de enfrentarse a una pobre vaquilla que no ha hecho nada. Los revolcones, las risotadas, los predecibles chistes sobre cuernos y rabo, amén de las panorámicas de las dehesas y la sensación de vergüenza ajena, están servidos. Esta es la gran apuesta de Canal Sur para la estación televisiva.
Y arrecian las preguntas, y las sospechas. Qué pretende nuestro canal autonómico con semejante programa. Qué pretende nuestro canal autonómico, en general: qué debe pretender un canal autonómico. Tal y como a mí me parece, un canal público, sea del país o de una de sus sucursales, ha de hallarse regido por una intención de servicio a la comunidad. Ha de ser útil, ha de instruir, ha de mejorar a quienes lo sintonicen: objetivos meritorios todos que caracterizan a la buena educación y a la formación de los ciudadanos. Es obvio que la televisión, el medio de comunicación masivo al que acude diariamente mayor número de personas con el fin de sondear la realidad o de evadirla, tiene un grado de responsabilidad muy alto en la gestación de esa misma realidad. La televisión fabrica a quien la crea: es un espejo mágico en que la bruja acaba por convertirse en Cenicienta, o viceversa. Canal 2 Andalucía, nuestra última isla, trata desde hace unos años de construir andaluces cultos, cosmopolitas, interesados en las palabras, los horizontes y el porvenir. Lástima que el otro canal, el mayor, le dé constantemente la réplica con el arsenal de todo lo más zafio, grosero y cateto de lo que disponen nuestros tópicos, que es mucho: tonadilleras, cotilleos, telenovelas, niños prodigio, encuentros en la tercera edad. Y ahora, para rematar el cuadro, charlotada taurina. Algún cerebro de la Junta que nos gobierna debería hacer examen de conciencia y sentarse a reflexionar en su despacho sobre lo que pretende nuestra televisión. No se puede querer que los andaluces del futuro sean hombres hechos y derechos si el espejo en que les hacemos mirarse está poblado de orangutanes, con perdón por esos pobres animales que tampoco han hecho nada.
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