La fascinación por el monólogo
A oscuras en la sala se levanta el telón. De pie, en un decorado de color malva, hay una mujer de negro riguroso, solo adornada con pendientes de perla y una medalla religiosa. La viuda, de nombre Carmen Sotillo, vela el cadáver de su marido e inicia una larga conversación con un ataúd, instalado en medio del escenario. A un lado, un escritorio guarda una vieja máquina de escribir, un par de billeteros de cuero y una jarra de agua con vaso, sobre un mantelito de tela blanca. Al fondo, solo unas sillas y una simulada librería. Este es el rincón de Natalia Millán, la actriz que interpreta a Carmen Sotillo en Cinco horas con Mario, un monólogo teatral de más de hora y media obra de Miguel Delibes que se vuelve a representar en Madrid (teatro Reina Victoria), tras las 3.000 funciones representadas por Lola Herrera y que han convertido la obra en todo un clásico de la dramaturgia. "Aquí es donde yo creo cada noche, este escenario es ahora mi rincón, un rincón que va cambiando en la vida que escogí como cómico. Aquí es donde está mi acto creativo, diferente cada día y frente al público. En el camerino solo me ponen los rulos". A este rincón improvisado, Natalia Millán ha añadido el libro de Delibes, desgastado, subrayado, en realidad un ejemplar que es de su hija y del que ella se ha apropiado. El guión lo lleva desde hace meses en el bolso, y hasta nada era el único texto que descansaba por las noches en su mesilla. "Ahora lo comparto con otras cosas", asegura esta actriz que no pensó en los resultados, ni siquiera en el éxito o fracaso de la obra, cuando se lo propusieron José Sámano como productor y Josefina Molina como directora. "Si hubiera reflexionado en estos términos no lo habría aceptado porque me asusté, pero el papel es tan fascinante para una actriz que uno no se lo puede perder".
Natalia Millán, madrileña de 41 años, tiene casi la misma edad de Carmen Sotillo en 1966, fecha en la que está ambientada la obra. Después de mucha televisión, teatro y espectáculo musical, esta intérprete se enfrenta a su primer monólogo. "En el escenario nunca hay desafío pequeño, pero el riesgo que hay en los musicales de tropezones, caídas, es más bien físico, en el monólogo todo el riesgo es creativo, no tienes a nadie a tu alrededor para que te arrope". Ella sale cada noche (de martes a domingo) con la mente en blanco, sin repasar el texto antes. "Pasado el pánico de las primeras representaciones, se ponen en marcha una serie de mecanismos, saltan por sí solos los resortes. Es quizás la obra con la que menos nerviosa me pongo".
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