Moss, fetichismo y cigarrillos
Marc Jacobs cierra la semana de desfiles en París con una de sus mejores colecciones para Louis Vuitton
Kate Moss se fuma un pitillo tras una orgía en la que se citan toda clase de fantasías sexuales. Podría ser la sinopsis de una película porno, pero es la del desfile de otoño-invierno 2011 de Louis Vuitton. Una extravagancia erótica y festiva que inauguró la última jornada de la semana de la moda de París. La casa de marroquinería, parte del grupo LVMH, no reparó en gastos para recrear un lascivo y fabuloso club nocturno a las diez de la mañana en el corazón del Louvre.
Uniformes y esposas de oro y diamantes (de verdad, nada de cristales) desfilaron sobre una pasarela negra mientras los invitados desayunaban champán y caviar. Cuatro ascensores enrejados entregaban a Naomi Campbell, Amber Valetta o Carolyn Murphy en el decadente evento. "Quise recrear las películas de los cuarenta y cincuenta que transcurrían en hoteles. Sus intrigas y personajes: ascensoristas, conserjes, camareras...", afirma el diseñador Marc Jacobs. Pero Charlotte Rampling en El portero de noche (1974) era una asociación casi automática.
La banalidad que acecha a una sexualidad tan explícita se sorteaba por el riguroso trabajo de los diseños. Excitantes y capaces de despertar deseo por sí mismos. Según las notas, la colección explora la relación de moda y fetichismo, en su vertiente de esfuerzo y disciplina. La ropa era, en efecto, extraordinaria. Estas no son mujeres que madruguen gratis, pero los materiales que las cubrían estaban a la altura de sus honorarios.
Compleja colisión
Si la mirada conseguía no distraerse por las medias al muslo, los corsés sadomasoquistas y la silicona transparente, podía reparar en la riqueza de las texturas. La colisión piel de pitón lacada, tweed con vinilo, bordados de antifaces y cuero con pintura de automóvil hacían que por momentos fuera difícil descifrar la complejidad de lo que se estaba viendo. La pregunta es si una colección tan poderosa -una de las mejores de Jacobs para Vuitton- necesitaba apelar al instinto del mirón. Seguramente, había que rentabilizar la inversión consiguiendo la foto del día.
La subversión de las convenciones burguesas es una constante para el próximo otoño. Una ocasión que Miuccia Prada no dejó escapar para atacar uno de sus temas favoritos. Su línea Miu Miu (por favor, no la llamen juvenil) recuperó los años cuarenta con una mirada dulce y luminosa. Hay una perversión menos obvia en sus patrones de exagerados hombros que en los de Jacobs. Pero comparten la voluntad de introducir un subtexto en ingenuos cuellos.
Siempre es diferente la forma en que un hombre y una mujer se enfrentan a la moda femenina. Lo evidencia claramente la revisión que Sarah Burton hace del legado de McQueen. Con humildad, recuperó las siluetas más características del hombre que falleció hace un año y que sacudió la moda con historicistas y torturadas fantasías. Por fieles a su espíritu que sean sus magníficas piezas -dignas de la alta costura-, transmiten una sensibilidad distinta. En sus manos, incluso los cuerpos de porcelana rota resultan más plácidos que agresivos. La serenidad con la que esta discreta mujer está curando una etiqueta tan dolorosamente herida cierra con esperanza una semana trágica.
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