Mejor ídolo que amador
Adanowsky puede decir muchas tonterías. Que si una noche se ligó a Lady Gaga (falso), que si fue amante de Ricky Martin (más falso todavía). Que si James Brown le enseñó a bailar (dudoso) o que si George Harrison le ayudó con sus primeros acordes (posible, pero difícil de comprobar). Menos mal que su incontinencia verbal y su tendencia a la fantasía las suple con un talento cuando sube al escenario. Como hizo anoche cuando se plantó casi a las once de la noche en la Sala El Sol (casi llena).
Con patillones, bigotón, pantalones ajustadísimos y pelo a lo beatle, el hijo de Jodorowsky -sí, en España todavía hay que decirlo- demostró ayer que tiene (mucho) carisma escénico, buenas canciones y una gran banda de rock and roll detrás. Tal cual empezó el concierto: rockero, como cuando Lenny Kravitz molaba (un poco). Luego lo que mandó fue el repertorio de su nuevo disco, Amador. Canciones intimistas, oníricas, etéreas...Muy hippies. Así se mostró durante la primera mitad, con temas tan notables como Niña Roja, Lo que siempre fui o Un sol con corazón. Recuerden que el Amador, el segundo personaje que el cantante ha adoptado en su segundo disco, es un ser sensible, dulce, atormentado por el amor.
En la segunda mitad del concierto recuperó a su anterior alter ego El ídolo, un disco que es vicioso, chuleta y bailón. Cantó Estoy mal, con un increíble juego de piernas (a ver si va a ser verdad lo de James Brown) y la canción El ídolo. Cuando tocaba como El Ídolo era para sudar, bailar y guiñarle el ojo a las chicas (el propio Adanowsky repartía sujetadores a la entrada del concierto para que las chicas se los tirasen luego al escenario; ahora que es El Amador, los directos son más para escuchar y saborear las canciones.
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