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Columna
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De parte del señor Hubbert

El señor Marion K. Hubbert cría malvas desde hace 22 años. Trabajó como geofísico para la compañía Shell y formuló una teoría convenientemente recluida en las bibliotecas. En estos tiempos de especulación y demagogia no faltarían inquisidores para quemarle en la hoguera, pero Hubbert fue lo más alejado de eso que el pillaje de orden llamaría un antisistema. No se descargaba música, no fumaba canutos y ni siquiera peinaba rastas. Por más que pretendamos dar la espalda al futuro, que es pasado mañana, combustibles fósiles hay los que quedan en el planeta. C'est fini. Aviso para entusiastas de las nucleares: también vale para el uranio. Pues bien, en tiempos de vacas gordas y con un par de crisis energéticas a las espaldas del siglo XX, el geólogo tejano aventuró con estudios empíricos que la producción mundial de petróleo llegaría a su cénit y declinaría tan rápido como creció, subrayando además que el factor limitador de la extracción es la energía requerida y no su coste económico. Significa que podemos zamparnos alegremente, o no tanto, las reservas del Ártico una vez aderezado en la cubitera, pero no está claro que las corporaciones energéticas arriesguen en extracciones y costes de transformación de otros yacimientos tan reales como imposibles para sus beneficios, bien por la profundidad del crudo o por las condiciones que presente. Ese pico de Hubbert se coronó en 2006, según los datos divulgados, ma non troppo, por la Agencia Internacional de la Energía. Otros dicen que la cima se conquistó el año pasado. El que no se consuela es porque no quiere, pero llenar el depósito del coche nunca volverá a precios de la década prodigiosa. Tempus fugit. Tampoco yo me peinaré como Bob Marley.

Entre tanto morimos de éxito, habrá que permanecer atentos a las prospecciones playa adentro para recargar mecheros y a las prácticas ejemplares de ahorro que pondrán en marcha las Administraciones públicas. Que deberían incluir a los líderes y resto de pijería con grandes cilindradas, a quienes les va muy cuesta arriba levantar el pie del pedal. De nuestra migración energética hacia los biocombustibles a través del bioetanol generado por la pulpa y cáscara de naranjas, anunciada a bombo y platillo hace dos años por el pintoresco Esteban González Pons, nunca más se supo. Y eso que no hubo protestas de sus agropecuarios aliados ante la masacre de vitamina C destinada al depósito, en vez de a la dieta mediterránea o a la exportación. Se impone renovar vehículos oficiales, ajustando delirios de ostentación, categoría política y potencial económico. Aquí, pues, carroza, carruaje y tartana. Algún Biscúter a mucho estirar. Es territorio Camps. Un mundo aparte y singular. Que si un imputado con todas las de la ley firma un manifiesto anticorrupción sin despendolarse, ya tardan en proclamar al rey Herodes presidente de Unicef. A título póstumo, claro.

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