Cuando el baile se impone
Asociada a otros (Marco Flores, Manuel Liñán) o como artista invitada de Belén Maya -labor por la que el año anterior recibió el premio a la artista revelación-, la bailaora y bailarina cordobesa había pasado por ediciones recientes de la cita jerezana, y su presentación con espectáculo propio en el Villamarta constituía otra de las apuestas del festival por artistas con proyección. Olga, además, atesora una experiencia que no es baladí y que se pudo percibir en la variedad de registros -desde la escuela bolera a la clásica española o al flamenco- que desplegó en su estreno. Para él delegó la dirección escénica, pero dejó a su personal cuidado los detalles artísticos. Puede que por ello en el espectáculo reinase el baile por encima del planteamiento dramático, sin que tampoco los aspectos musicales o cantaores quedaran relegados a un papel secundario.
ROSA, METAL Y CENIZA
Olga Pericet
Coreografía, baile y dirección artística: Olga Pericet. Colaboración especial al baile: Jesús Fernández, Jesús Caramés. Cante: Miguel Ortega, Lavi, José A. Carmona. Guitarras y música original: Antonia Jiménez, Javier Patino. Palmas: J. Fernández. Colaboración especial coreografía: Marco Flores. Iluminación: Gloria Montesinos. Dirección escénica: David Montero.
Teatro Villamarta, 7 de marz.
Sobre la producción subyacía la idea de la transformación inspirada en Las metamorfosis de Ovidio. La idea es buena, porque puede albergar la versatilidad de la artista principal, pero como hilo conductor constituyó tan solo una delgada trama sobre la que asentar el catálogo de bailes, cantes y músicas que compusieron una obra para cuyo disfrute no hace falta guión. El espectador puede asistir a la sucesión de esos elementos y disfrutar con ellos, aunque también es posible seguir el rastro de la perseguida transformación a través de las identidades dancísticas que adopta la bailaora protagonista, en especial las que insinúan su diálogo con el bailarín Jesús Caramés, que aparece y desaparece con intervenciones que resultan siempre atinadas y que completan la plasticidad que intenta trasladar Pericet.
A ella le gusta tanto la expresión estática, con la que compone finas estampas, como el frenesí del juego con el mantón o con la bata de cola. Con el primero se explayó en la tanda de cantiñas y dejó la segunda para las soleares que se remataron con petenera. Entre uno y otro baile se dejó coreografiar por su tantas veces compañero Marco Flores en una seguiriya en la que conjugó fortaleza rítmica y tensión gestual de forma equilibrada. Es esa la tónica, la del equilibrio y la redondez, la que domina en un espectáculo que agranda merecidamente la figura de su protagonista.
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