'Inspecteur' Carlos
El servicio secreto francés no encuentra pruebas de espionaje a Renault
El caso de espionaje de Renault ha olido raro desde el principio. En enero, el fabricante de coches francés despidió a los tres máximos directivos responsables del programa del coche eléctrico alegando que el trío había aceptado sobornos en un caso de espionaje. El presidente y consejero delegado, Carlos Ghosn, salió en la televisión nacional para decir que era algo "grave". Ahora parece que el único daño por el que Renault tendrá que preocuparse es el que se ha infligido a sí mismo. El fabricante de automóviles empezó por insinuar que los espías andaban detrás de su tecnología. Luego, misteriosamente, dijo que el "modelo económico" del programa era el objetivo. La empresa afirmó que los "activos estratégicos" habían sido objeto de espionaje. El jefe de operaciones, Patrick Pelata, lo denominó el trabajo "extremadamente profesional" de un grupo de espías "internacional, bien organizado". El ministro de Industria de Francia llegó a decir que era "apropiado" hablar de "guerra económica" en este caso.
Dos meses más tarde, parece que Renault basó sus decisiones en una carta anónima, seguida del trabajo chapucero de un detective privado contratado que está desde entonces ausente sin permiso. El servicio secreto francés, que fue llamado para que investigase oficialmente el caso después de que el daño estuviese hecho, no parece haber encontrado nada (ni siquiera una bocanada de humo). Ahora Pelata dice que dimitirá si el informe oficial confirma la ausencia de pruebas (probablemente para evitar que lo haga el propio Ghosn).
El daño ya es suficientemente malo. Olvidemos el ridículo de la paranoia empresarial llevada a esos extremos: las empresas pueden sobrevivir a ese tipo de situaciones embarazosas. Tampoco hay ningún indicio hasta ahora de que la empresa sea tan despreocupada con sus procesos industriales como lo es con sus investigaciones, así que los clientes de Renault no deberían tener mucho de lo que preocuparse.
Pero parece improbable que los tres directivos despedidos -uno de ellos, miembro del comité de gestión de Renault- quieran volver algún día. Esto significa que uno de los programas estratégicos más importantes de la empresa ha quedado decapitado en la práctica. Por no hablar del daño que el chapucero trabajo detectivesco habrá causado a la moral del personal. Al menos Renault no tiene que preocuparse porque alguien vaya a espiar sus métodos de gestión del personal. -
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