Brillante sátira de McEwan
Narrativa. La costumbre de los novelistas ingleses es escribir buenas novelas, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta la tradición que los acoge. Si bien desde el último tercio del siglo XX no podemos encontrar un narrador de la talla de E. M. Forster, lo cierto es que mantienen su buen hacer con evidentes buenos resultados. Ian McEwan es una de las cabezas de la generación que empezó a publicar a finales de los años setenta y alcanzó su máximo reconocimiento con la novela Expiación. Esta vez ha optado decisivamente por el humor -tan propio de un inglés, por otra parte- para construir una sátira realmente eficiente sobre el problema del calentamiento global sin descuidar la caracterización de sus personajes, sobre todo al protagonista.
Solar
Ian McEwan
Traducción de Jaime Zulaika
Anagrama. Barcelona, 2011
360 páginas. 19,50 euros
Michael Beard es un científico que ha obtenido el Premio Nobel y se encuentra, a sus cincuenta y pico años, en la decadencia que sigue al hecho de haber alcanzado el cénit de una carrera demasiado pronto. Cuando lo conocemos vive dedicado a dar conferencias, asesorar departamentos oficiales y, en general, a vivir sin especial gloria de pasados laureles. En cuanto a su persona, es un tipo desaliñado, bebedor, desordenado y perezoso para la vida cotidiana, y casado cinco veces. Su quinta mujer, Patrice, le engaña concienzudamente con el constructor de su casa, un tipo rudo y elemental, mientras él sólo tiene aventuras esporádicas. Pero el engaño de la mujer le hace desearla y sufre por ello. Es un hombre que siempre ha tenido éxito con las mujeres aunque su aspecto no sea precisamente el de un seductor.
La novela se divide en tres partes que se corresponden con los años 2000, 2005 y 2009. En el primer lustro -que tiene una componente de thriller cómico que prefiero no detallar por respeto al lector- conoceremos la complicada trama que envuelve a su mujer, su constructor y un alumno aventajado al que Beard contempla con benevolencia de superior. En el segundo, ya desembarazado por carambola de los anteriores debido a una historia rocambolesca, lo hallaremos metido en otra relación amorosa (Melissa) que no está dispuesto a que acabe en boda tras los cinco fiascos anteriores. En el tercero y último, Michael se mete de lleno en un proyecto en Nuevo México destinado a crear energía alternativa sin coste medioambiental a partir de la energía solar y divide su vida entre la fogosa Melissa, de la que tiene una hija que no deseaba, y una no menos fogosa camarera tejana.
El humor que sostiene toda la novela es de primera clase, con secuencias gloriosas como la del viaje al Polo en compañía de un grupo de artistas e intelectuales para concienciarse del cambio climático, o el desarrollo de la relación con Melissa, o la celebración a la americana alrededor de la inauguración de la planta de energía solar. También está lleno de momentos cómicos extraordinarios (el encuentro con la artista conceptual Stella Polkinhorne, el fiasco con un joven por el que se siente agredido en un compartimento de tren, los líos en que se mete por su impericia al acabar convertido en "científico neonazi" por la prensa...) o ciertos flash backs, como el de su relación con Maisie Farmer, su primera esposa, cuya conquista "le hizo intelectualmente libre" redimiéndolo de una infancia y juventud lastimosas. En el fondo, Beard es un científico que tuvo una intuición genial y ha acabado convertido en una caricatura de sí mismo al que el mundo del cambio climático sólo le interesa en la medida en que desea recuperar su trono y, lo peor, a costa de las brillantes intuiciones de un alumno suyo, tan brillante como lo fuera él en su juventud. Esta situación es la que permite al autor situarse en la distancia justa para sacar el máximo partido a la narración.
McEwan urde una trama realmente compleja y muy bien resuelta, donde no deja un solo cabo suelto y en la que cada una de las partes engrana perfectamente en el todo.
La sátira sobre los científicos, el amor mal entendido y el cambio climático poseen la ambigüedad del talento y rehúye cualquier tratamiento superficial o maniqueo. Es un problema de extrema importancia tratado con una admirable comicidad que quizá sea lo que se corresponde, en manos de un buen novelista, con un asunto de semejante envergadura. Tan sólo cabe hacerle un par de reproches: el primero, que carga excesivamente las páginas de informaciones y disquisiciones científicas que no se compadecen bien con la narratividad del texto porque en esos momentos la novela se detiene; no quiero decir que sea prescindible, quede bien claro, sino que es innecesariamente excesivo. El segundo reproche, que resuelva su excelente trabajo con un final de carpetazo, donde cabía exigirle -a la vista de lo realizado hasta ese momento- más brío y más ingenio. Por lo demás, un relato lleno de talento y buen hacer que no va a defraudar a nadie.
Edición en catalán: Solar. Ian McEwan. Traducción de Emili Olcina. Empúries. Barcelona, 2011. 336 páginas. 19,50 euros
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