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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Error en ciernes

La subida de tipos en abril, aunque sea limitada, frenará la debilísima recuperación económica

El presidente del Banco Central Europeo (BCE) ejecutó ayer el viraje que tanto temen los países en fase de recuperación económica. Jean-Claude Trichet encadenó causas y efectos tras el consejo de gobierno del BCE: las expectativas de inflación en la eurozona han aumentado, como consecuencia del alza de los precios de la energía y de las materias primas; por tanto es "esencial que la reciente subida de la inflación no aumente las presiones inflacionistas a medio plazo" y, en consecuencia, es posible, aunque no segura, una subida de tipos en la próxima reunión de política monetaria. Todo apunta a que se prepara un encarecimiento del dinero en abril.

Una decisión de este tipo no será buena, por moderada que sea (probablemente, de confirmarse, no superaría los 0,25 puntos), para aquellos países que están sufriendo las penalidades de una recuperación insuficiente para crear empleo, combinadas con una vigilancia recelosa de los mercados de deuda; caso en el que claramente está España. Por escasos que sean los efectos de la subida (los mercados la tenían casi descontada, como demuestra la templada reacción de las bolsas), supondrían un freno adicional a la penosa reactivación económica. No es difícil pronosticar que las consecuencias de esa subida serán un poco menos de crecimiento y un poco menos de empleo. Pero el BCE parece haber olvidado su preocupación por la prosperidad global de la eurozona una vez que se ha comprobado que Alemania y Francia crecen a buen ritmo.

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En periodos de recesión y de graves restricciones financieras, es discutible que la prioridad del BCE deba seguir siendo la inflación, sin otros cálculos o atenuantes. En circunstancias de probada excepcionalidad (una recesión agravada con una depresión crediticia), como la que Europa atraviesa en la actualidad, el BCE debe también tomar en cuenta todos estos factores, más allá de la mera evolución del índice de precios. Debe decidirlo autónomamente, pero con sensibilidad. Recuérdese que la subida de tipos de julio de 2008 favoreció la recesión en la eurozona.

Así que parece oportuno reclamar algún tipo de aclaración a estas cuestiones, porque en un espacio económico común no es conveniente disociar o enfrentar políticas fiscales con políticas monetarias.

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