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Crítica:XV FESTIVAL DE JEREZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una explosión controlada

El bailarín sevillano estrenó esta obra en la pasada edición de la Bienal de Sevilla y obtuvo con ella el Giraldillo a la mejor coreografía. Sin embargo, este aspecto constituye tan solo uno de los muchos que componen un trabajo que se muestra muy complejo y variado. No se trata de la primera producción con compañía propia de Rubén Olmo, pero sí contiene los elementos propios de la presentación en sociedad de su forma de entender la danza: conjuga el respeto de la tradición con la innovación que aporta su polifacética personalidad artística: danza clásica y contemporánea para renovar tanto el clásico español como el baile flamenco. Y, aunque a este último se acerque con mucha humildad, esa reserva se convierte en valor por cuanto se traslada al cuidado de las formas y de todos los detalles que le acompañan, desde el vestuario a la iluminación pasando por la elección de un más que solvente cuerpo de baile para traducir unas ideas coreográficas bien exigentes.

TRANQUILO ALBOROTO

Compañía Rubén Olmo.

Dirección, coreografías y baile: Rubén Olmo. Guión artístico: Pepa Caballero, Rubén Olmo. Cuerpo de baile: Ana Morales, Patricia Guerrero, Rosana Romero, Sara Vázquez, Alejandro Rodríguez, Ángel Sánchez Fariña, Eduardo Leal. Cante: Inma la Carbonera, Moi de Morón. Guitarras: Óscar Lago, Andrés Martínez. Flauta: José Manuel García Marchena. Chelo: Nicasio Moreno. Percusión: Agustín Diassera. Gaita: Rubén Díaz. Banda de cornetas y tambores: Agrupación musical San Juan de Jerez. Coreografía especial Falsa farruca: Israel Galván. Música: Juan Parrilla.

Teatro Villamarta, 2 de marzo.

Estas ideas se plasman, casi en su totalidad, en una suite flamenca compuesta de cinco bailes, que es tan solo el sexto de los siete cuadros que componen el espectáculo, y que constituye, por su extensión e independencia, casi una obra dentro de la propia obra, además de suponer una ruptura comunicativa entre el público y un bailarín que había estado presente en todos los momentos anteriores, seduciendo al respetable con una encadenación de registros muy distintos.

También, y como una reiterada muestra de ese respeto hacia el flamenco, se incluiría aquí su homenaje a Manuela Vargas, a la que corporeíza en su baile por mirabrás -con su bata y su mantón-, jugando al disimulo con la ayuda de las luces.

Ese sería un ejemplo más de la tensión que subyace en toda la obra entre disciplina y libertad creativa, entre el pudor y la desinhibición, entre la seriedad de un trabajo construido con rigor y el desparpajo rayano en el humor de algunas de sus piezas, tal la Falsa farruca coreografiada por Israel Galván. Pero esa tensión se resuelve sin que el espectador lo perciba, de igual forma que no llega a notar una excelencia técnica que está al servicio de un objetivo superior. Todo entra en conjunción para que el autor estalle ante el público y exponga su potencial. Su último cuadro, en el que despliega y juega con un enorme mantón, podría ser la metáfora del vuelo que puede alcanzar este bailarín.

Rubén Olmo, en un momento del espectáculo <i>Tranquilo alboroto</i>, en el teatro Villamarta de Jerez.
Rubén Olmo, en un momento del espectáculo Tranquilo alboroto, en el teatro Villamarta de Jerez.JAVIER FERGO
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