Velocidad y consumo
Es sabido que el máximo de la producción de petróleo fue en los años setenta. A partir de ahora, el petróleo es más difícil de extraer, más complicado de refinar (porque es de peor calidad) y más escaso. Por tanto, cada vez será más caro. La población mundial y la necesidad de energía aumentan a pasos agigantados, y mucho más a raíz del crecimiento de países emergentes: casi todos los de América Latina, Indonesia, India, China, casi nada... Con estas perspectivas futuras, ya a corto plazo, los países han de empezar sin demora, si quieren sobrevivir al futuro, una reducción drástica de consumo energético a todos los niveles. Cualquier reducción es válida, desde el coche particular hasta el gran transporte en carretera y aéreo; desde la reducción de velocidad hasta los límites de temperatura de aires acondicionados y a la iluminación ineficaz de edificios y autopistas.
Cuanto más se tarde en tomar las decisiones adecuadas y reestructurar nuestras políticas energéticas y de transporte, más se padecerá en el futuro. La industria debe modificar sus objetivos hacia producción y transporte sostenibles. Hacia ahí deben dirigirse las subvenciones estatales, los beneficios de grandes entidades y bancos y parte de nuestro I+D. O nos ponemos las pilas de las renovables y reducimos consumo drásticamente, o acabaremos dependiendo de la fuerza de los pedales, que, por cierto, también hay que potenciar.