Para cambiar los hábitos

Para el legislador, hay dos maneras fundamentales de cambiar los hábitos de los ciudadanos: mediante reglas y prohibiciones, o usando instrumentos económicos. En economías libres y de mercado como la nuestra, suelen ser más efectivos y baratos los instrumentos económicos, y se suelen preferir, ya que no restringen la libertad de decisión de sus ciudadanos, y utilizan un lenguaje que todos entendemos bien: el euro. En economías con mercados imperfectos o de control estatal, se ha de recurrir a prohibiciones.

Si yo quiero reducir mi consumo de combustible, circularé más despacio (sin que nadie me obligue con prohibiciones), o me compraré un coche que circule más kilómetros por cada litro. Si yo soy un legislador y quiero que la gente consuma menos o emita menos CO2, lo más eficaz es subir los impuestos a los carburantes, y gravar la compra de vehículos derrochadores. En esta misma línea, gravaré también aparatos eléctricos derrochadores y viviendas sin aislamiento y sin captadores solares, construiré carriles bicicleta, y publicaré consejos de ahorro energético, sustituiré los vuelos por videoconferencias para los empleados públicos...

El límite de velocidad en carretera se determina esencialmente por criterios de seguridad vial para reducir la siniestralidad. Alterarlo por criterios de ahorro es como limitar el número de horas de televisión o radio diarias: noticias con sabor a cartilla de racionamiento, a país con poca cintura y con los deberes sin hacer.