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Columna
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La fuerza de una sociedad

Hay libros que, sin proponérselo el autor, tienen la virtud de iluminar el presente al historiar el pasado. Es lo que sucede con Crónica de una transición que, sobre los orígenes de la Universidad de Alicante, acaba de editar la Fundación Universidad Empresa. Escrito de una manera amena, próxima al reportaje -Mira Candel, el autor, fue durante muchos años un excelente periodista-, el libro narra las vicisitudes que atravesó el Centro de Estudios Universitario de Alicante hasta convertirse en universidad. Quienes hemos asistido a la transformación de aquel colegio universitario, instalado en los barracones de un viejo aeródromo militar, en el campus actual, sentimos una sincera admiración por esta obra colectiva.

He escrito obra colectiva porque lo que diferencia a la Universidad de Alicante de otras muchas del país es el ser obra de los propios alicantinos. Quiero decir que su nacimiento no fue consecuencia de una decisión política sino de la perseverancia de una sociedad para alcanzar ese objetivo. Durante diez años, Alicante -la provincia de Alicante- peleó para tener su universidad y, cuando fue necesario, puso dinero para ello. Como toda obra colectiva, hubo unas personas que dirigieron el asunto. Se precisa gente con contactos, que sepa negociar y tome decisiones acertadas para que estos negocios lleguen a buen término. Esto fue lo que hizo la directiva del Patronato de Estudios Universitarios. Pero sin el apoyo de la sociedad alicantina, el Patronato hubiera carecido de fuerza y recursos para negociar. En esa simbiosis de un grupo de hombres empeñados en una tarea, y una sociedad que les respalda, está la clave del nacimiento de la Universidad de Alicante.

¿Qué ha sucedido para que aquella sociedad capaz de defender la causa del CEU con tanto convencimiento haya desaparecido en unas décadas? La democracia, que tantas cosas buenas trajo al país, ha provocado también, en ocasiones, efectos contrarios. El hecho de que los ciudadanos elijamos a nuestros representantes, nos ha llevado a pensar que todo quedaba resuelto con la votación. Una vez depositado el voto, podíamos desentendernos de cualquier asunto colectivo. La solución resultaba cómoda porque nos evitaba todo trabajo, y nos eximía de cualquier responsabilidad, que trasladábamos al político. El resultado de ese reparto de funciones está a la vista.

Este debilitamiento de la sociedad ha afectado especialmente a los empresarios, que desempeñaron un papel tan relevante en la consecución de la universidad para Alicante. El empresario alicantino ha sido, por lo general, una persona dinámica, independiente, acostumbrada a solucionar por sí mismo los problemas que pudieran presentarse. La política de los últimos años -en especial en la época de Eduardo Zaplana- se encargó de rebajar ese carácter. Una política que colocaba a los amigos en los puestos clave de las asociaciones, manipulaba las cajas de ahorro y repartía subvenciones discrecionalmente, cercenó toda capacidad de crítica y se llevó por delante la innovación. Se creó una asociación de intereses, muy amplia, que ha permitido al partido en el gobierno afianzar su red clientelar. La sociedad ha quedado muy debilitada con todo ello. Hoy, sería muy difícil que surgiera una empresa colectiva como la que puso en pie el Centro de Estudios Universitarios.

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