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Columna
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Jugar sucio

Si para algo sirve leer novelas es para distinguir al héroe del villano al primer golpe de vista. Aunque luego las cosas se compliquen y las fronteras parezcan difusas, siempre hay un punto en el que el héroe sabe detenerse a tiempo. En este país de navajazos traperos el que más y el que menos se pasa las noches rumiando el insulto o la supuesta agudeza que va a soltar al día siguiente en su tribuna política o literaria. Pero por muy listillo y de vuelta de todo que uno se crea, hay cosas que no pueden hacerse. Y un tipo decente no las hace. Punto.

Los contendientes en este caso son dos escritores y periodistas de primera línea, enemigos acérrimos, enzarzados en una polémica intelectual sobre la verdad y la ficción. Pero el cebo lo sirvió en bandeja un tercero en discordia, el ilustre filólogo y académico Francisco Rico, una eminencia en El Quijote, pero quizá menos ducho en otros asuntos más terrenales. El profesor Rico sacó en este periódico un artículo muy seriamente argumentado contra la ley antitabaco en el que, para darle fuerza a sus razones, terminaba con una declaración personal: "Y que conste que yo no he fumado un cigarrillo en mi vida". Al parecer se trataba de una gracieta para iniciados, ya que el profesor es un fumador empedernido. Pero la broma no gustó. Las cartas de protesta llovieron y tuvo que intervenir la Defensora del Lector para poner la verdad periodística en su sitio. Al insigne académico no le quedó otra que envainársela y quedar como un mentiroso. Hasta aquí, todo normal. Un episodio más de nuestro acervo cultural.

La cosa se complicó cuando Javier Cercas, alumno de Rico, salió en defensa de su maltrecho profesor, gesto que le honra pero no le da la razón. Porque en un periódico se puede cruzar perfectamente la línea entre la real y lo imaginario, siempre y cuando el lector sepa a qué atenerse, como ocurre con las columnas de Millás o en las viñetas de El Roto, pero en la información no se puede faltar a la verdad de los hechos ni de coña. Es la esencia del periodismo.

Para Arcadi Espada la ocasión la pintaron calva. Qué mejor oportunidad de darle una lección a su contrincante que haciéndole caer en su propia trampa. Así que, sin pensárselo dos veces, publicó un artículo sobre una noticia falsa: la detención de Cercas durante una redada contra una red de prostitución en Arganzuela. ¿Querías ficción? pues toma ficción. Como era de esperar, el asunto degeneró en la correspondiente basura mediática y daño personal. Puede que la intención de Arcadi Espada fuera solo lucirse con una brillante estocada, pero cometió el error de no saber detenerse a tiempo. Dialécticamente la victoria es suya, aunque no le arriendo las ganancias. Uno puede ser un tipo duro, cínico y feroz, pero jugar sucio, lo que se dice sucio, es otra cosa.

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