_
_
_
_
OPINIÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Anónimos

Juan Cruz

De la manifestación de los anónimos llamados Anonymous que se manifestaron el domingo último a las puertas del Teatro Real para poner verdes a la ministra y a los actores y a otros asistentes a la gala de los Goya me llamó la atención que los manifestantes fueran precisamente anónimos, es decir, que no enseñaran sus caras.

Ha tomado carta de naturaleza el anonimato como una de las bellas artes de la era de Internet. Pocos se oponen, me resulta intrigante. ¿Por qué? En otros tiempos, los anónimos, o los seudónimos, ocultaban nombres propios en peligro, que necesitaban protegerse; o nombres propios que hacían doblete, por ejemplo, en el periodismo. En este caso, era gente que escribía en un medio y al mismo tiempo lo hacía en otro, y, por tanto, tenía que disimular sus dos sueldos. Pero eso ahora no pasa, o no pasa de manera tan abundante como para llamar la atención. Cuando nació este periódico, pocos meses después de que muriera Franco, que también tuvo seudónimo, el Libro de estilo obligaba a que firmáramos con nombre y apellido y jamás con seudónimo. Había -y hay- nombres tan notorios que no necesitaban apellidos u otras especificaciones: Peridis, Máximo, Forges, Romeu... Pero en el periódico no se aceptaban seudónimos ni siquiera en las Cartas al director.

En fin. Pero ahora en el periodismo digital ha tomado carta de naturaleza el anonimato en las conversaciones con los blogueros, en los comentarios a las informaciones o a las opiniones, y a mí me parece que eso crea un ruido formidable pues las conversaciones se hallan distorsionadas por la evidente desigualdad de los términos del diálogo: quien escribe dice su nombre y apellidos, pero quien le replica estima oportuno guardarse la identidad bajo innumerables nicks que cambia según su libérrimo criterio para expresar sus libérrimas -y muchas veces insultantes- opiniones propias. ¿Cómo se puede expresar anónimamente una opinión propia?

Ese anonimato que se presenta bajo tantas formas (nicks, anónimos propiamente dichos, nombres supuestos, nombres de otras personas que se usan falsamente, e impunemente) se ha trasladado ahora a la calle; los hemos visto en Londres y en otras capitales, y el domingo último desembarcaron en Madrid esas caretas idénticas tras cuyo amparo se esconden personas como cualquiera de nosotros que, en su caso, parecen querer decirle a la ministra de Cultura y a sus antiguos colegas del cine que no están de acuerdo con lo que ellos piensan acerca de la ahora llamada ley Sinde. Lo que no se comprende muy fácilmente es que en esta sociedad, donde se dice en la prensa, en la radio, en los taxis, en la universidad y en el mercado lo que nos da la real gana sin tartamudeo alguno, alguien tiene que ponerse una careta y titularse anónimo para decir lo que se le antoja.

Puede ocurrir que este disfraz obedezca a razones estéticas, que les parece conveniente usar una careta para darle dramatismo a la situación, para llamar la atención. Pues podrían llevar la careta en el envés de la cabeza, de modo que aparecieran por un lado con su rostro y por el otro con esa inquietante careta que ahora convierte su aparición en un símbolo de tan innecesario anonimato.

Grupo de Anonymous, en los Goya 2011.
Grupo de Anonymous, en los Goya 2011.Cristóbal Manuel

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_