Poluciona que algo queda
Un freak es alguien que tiene una afición desaforada. La mía son los diccionarios. Estoy bien acompañado. En 1985 a Jorge Luis Borges le pidieron que hiciese el prólogo de un diccionario y escribió lo siguiente: "Para un hombre ocioso y curioso (yo aspiro a ambos epítetos), el diccionario y la enciclopedia son el más deleitable de los géneros literarios. Para los trabajos de la imaginación no hay mejor estímulo". Y tanto, como que solo echando mano del diccionario podemos entender ese galimatías de la polución. Resulta que la semana pasada, a consecuencia del ambiente anticiclónico, los niveles de contaminación se dispararon en las grandes ciudades españolas, pero, mientras que en Madrid y Barcelona eran un desastre, en Valencia, según nuestra alcaldesa, prácticamente no había polución. ¡Ah, la tierra de las flores, de la luz y del amor! Algunos maledicentes han insinuado que para zanjar la polémica, doña Rita se apresuró a colocar los medidores en medio del parque de Viveros, retirándolos de las grandes avenidas. No me extrañaría: la imagen pública de la señora Barberá siempre ha tenido un inconfundible sabor a balcón con geranios y eso de arreglarse para que te saquen la foto queda de lo más doméstico. A los ciudadanos hasta nos hace gracia: la verdad es que, como el candidato socialista no se ponga albornoz, lo tiene crudo.
Pero a lo que íbamos. Por muy casera que quede la cosa, hasta yo, que soy un fan de la alcaldesa, pienso que esta vez se ha pasado un pelín. Según el diccionario de la RAE, polución se define como: "1. Efusión del semen 2. Acto carnal 3. Contaminación intensa y dañina del agua o del aire 4. En sentido moral, corrupción, profanación". Vamos, doña Rita, hablemos con propiedad. Puede que, en esta maravilla de ciudad, el agua y el aire no estén contaminados, pero afirmar que no se cometen actos carnales ni hay efusión de semen me parece una audacia imperdonable. Al fin y al cabo somos los inventores del Virgo de Visanteta y del Fava de Ramonet. Casi nada. ¿O qué se cree, que esos turistas que se supone van a fijar su segunda residencia en Valencia porque no hay polución, de verdad piensan estarse sin polucionar, como si esto fuese la luterana y aburridísima Helsinki? Valencia es una ciudad católica y latina, más o menos como Nápoles o Palermo, y la rijosidad es la norma de conducta habitual entre ellos y ellas. A mucha honra. En cuanto a la cuarta acepción del vocablo, ¿qué quiere que le diga?: si aquí, en la patria de El Bigotes y de los infinitos pelotazos inmobiliarios, no hay corrupción, que venga Dios y lo vea. Así que, mi admirada primera edil, llamemos al pan, pan, y al vino, vino. En Valencia, lo que tal vez no haya es contaminación. Ahora mismo estoy sentado tan ricamente en un velador de la Gran Vía, mientras pasan coches a cien por hora. Respiro hondo y ... gggg.
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