La cólera anima al Madrid
El equipo de Mourinho, con Casillas expulsado a los dos minutos, impone su carácter ante un Espanyol precipitado
Aunque los títulos son otra cosa, hay pocos equipos mejores que el Madrid para ganar partidos, sobre todo los más dificultosos y exigentes, como el de ayer en casa del Espanyol. Jamás se rindió el equipo blanco y menos ahora con Mourinho. Mou se presenta como Lope de Aguirre, la cólera de Dios, dispuesto a remontar el Amazonas en busca de Eldorado. El Madrid respondió ayer al empate del Barcelona en Gijón con un triunfo inequívoco, más rotundo en la cancha que en el marcador, especialmente reconfortante para su hinchada. Las circunstancias agrandaron las dificultades de un partido ya complicado para el Madrid, motivo de más para el optimismo blanco. Ayer, nada más abandonar la cancha, cinco puntos de distancia con el Barça parecían un trecho remontable para los jugadores y entrenador blancos, más optimistas que nunca, dispuestos a discutir por el campeonato hasta el final.
ESPANYOL 0 - REAL MADRID 1
Espanyol: Kameni; Javi López, Galán, Amat, Chica (Rui Fonte, m. 80); Baena, Javi Márquez; Luis García (Dátolo, m. 57), Verdú, Callejón; y Sergio García (Álvaro, m. 65). No utilizados: Cristian Álvarez; Forlín, Víctor Álvarez y Duscher.
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Carvalho, Marcelo; Xabi Alonso, Khedira; Cristiano Ronaldo, Özil (Lass, m. 78), Di María (Adán, portero suplente, m. 2); y Adebayor (Sergio Ramos, m. 87). No utilizados: Albiol, Granero, Kaká y Benzema.
Gol: 0-1. M. 23. Marcelo remata con la zurda un pase de Cristiano.
Árbitro: Mateo Lahoz. Expulsó a Casillas (m. 2) por derribar a Callejón. También amonestó a Chica, Amat y Carvalho.
40.240 espectadores en Cornellà-El Prat.
Por momentos pareció que era el conjunto blanco el que jugaba con un futbolista más
Al Madrid le avala su casta, arrebato y pegada. Ataca con cañones mientras el Espanyol juega con balines, una diferencia capital para entender el resultado de ayer después de un contencioso rapidísimo, presidido por unas transiciones imposibles, el fútbol genuino de Mourinho.
Al Espanyol le pudo la prisa, la ambición por ganar al Madrid, que precisamente siempre ha sido el mejor equipo cuando los partidos se libran a campo abierto, el más contundente también en el intercambio de golpes, infalible en el área contraria. Incluso puede jugar con un futbolista menos sin que nadie repare en su inferioridad. Así ocurrió ayer en Cornellà-El Prat. El ritmo del encuentro fue tan vertiginoso que se convirtió en un atropello nada más sacar de centro el Madrid: Callejón le ganó la espalda a los centrales y se anticipó a la salida de Casillas, que dejó la pierna, volteó al delantero y mereció la tarjeta. El árbitro decidió que fuera la roja y Mourinho quitó a Di María para dar entrada a Adán. El Espanyol salió disparado hacia la portería defendida por el suplente de Casillas y se dejó la pelota para suerte del Madrid.
Amat se arrancó con un caño a Adebayor y poco después erró en un pase interceptado por Özil, hábil en la apertura para Cristiano Ronaldo, excelente en la aceleración de la jugada rematada por la zurda de Marcelo, oportuno en la maniobra de doblar al delantero portugués. Un gol instantáneo que aceleró todavía más el pulso del Espanyol.
Defienden los blanquiazules con juveniles y atacan los madridistas con excelentes delanteros. El partido se puso estupendo para el equipo de Mourinho, encantado de la vida cuando se trata de rentabilizar un gol, incluso sin Sergio Ramos en la formación titular. Kameni fue mucho más exigido que Adán y Adebayor, siempre intervencionista y experto en la descarga, remató al larguero cuando ya estaba superado el portero del Espanyol.
Al equipo de Pochettino de poco le servían los desmarques de Callejón y el criterio de Javi Márquez, el amo de la divisoria. Ausente Osvaldo, le falta también punto y final a las jugadas. La debilidad en las dos áreas compromete seriamente el buen juego de la segunda línea, ayer rebajada por el poco acierto de Verdú. Tampoco funcionó la estrategia como recurso. Los dos equipos defendieron los córners con determinación, muy a la inglesa, susceptibles de acabar en penalti, salvo cuando pita Mateo Lahoz, un árbitro especialmente permisivo, dispuesto a que se juegue al límite.
El Espanyol se corrigió en el descanso, leyó mejor el partido, le puso un punto de pausa, insuficiente porque ya se había suicidado. Le faltó pegada y sobró ingenuidad para darle la vuelta a la contienda, siempre pendiente de Callejón, un jugador profundo y vertical, el que más faltas recibe en la Liga, por delante de Messi y de Cristiano Ronaldo. Los cambios no remediaron sus males. A Pochettino le sobran centrocampistas y le faltan arietes con picante. Álvaro será seguramente un buen delantero, igual que Amat seguramente acabará convirtiéndose en un gran central. Mientras maduran, sin embargo, conceden opciones que los rivales más expertos no acostumbran a perdonar, por más que le fallara el gatillo a Adebayor, ayer tan buen futbolista como mal rematador en dos mano a mano con Kameni.
Aunque se cansó por la dinámica del rival, el Madrid supo gobernar la contienda porque tiene oficio y a Callejón le falta gol. Mourinho se desenvuelve estupendamente cuando se trata de intervenir en el partido para defender su causa. Tocó las teclas justas y por momentos pareció que era el Madrid el que jugaba con un futbolista más y no el Espanyol. Le iba mucho en el partido al equipo blanco y no reparó en medios para cantar una victoria parcial que le anima en su objetivo de atrapar al Barça.
Justo cuando regresa la Champions se vuelve a animar la Liga. No será un juego de niños: el ingenio contra la cólera.
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