La convicción de Elop
El nuevo consejero delegado de Nokia ha echado a perder su gran momento. Stephen Elop ha unido el destino del fabricante de teléfonos finlandés a Microsoft en una asociación estratégica pensada para recuperar terreno en el campo de los teléfonos inteligentes, en medio de una competencia brutal por parte de Apple y
Google. El acuerdo es la opción menos mala para Nokia si no quiere convertirse en un fabricante de teléfonos de uso corriente. Pero la esperada revisión estratégica de Elop se queda corta por varios motivos.
La alianza con Microsoft es radical. Significa que, en la práctica, Nokia se deshace de su plataforma de programas patentada Symbian, que tiene más de 200 millones de usuarios, en favor del sistema operativo Windows. Esto supone un cambio económico y psicológico: Symbian representó la mitad de las ventas de Nokia en 2010, según Arete Research. Una buena colaboración aportaría reconocimiento de la marca y alcance a Windows Phone y ayudaría al grupo finlandés a defender su 29% de margen bruto en el negocio de los teléfonos móviles. La solidez financiera adicional de Microsoft también impulsará el desarrollo de tecnología. Había que hacer algo. El valor de Nokia se ha reducido rápidamente junto con su cuota de mercado. Sus acciones han perdido un 70% en poco más de tres años; el grupo finlandés tiene ahora la décima parte del tamaño de Apple. Durante el mismo periodo, el sistema operativo Android de Google ha pasado de la nada a estar a punto de arrebatarle a la plataforma Symbian de Nokia el primer puesto en el espacio mundial de los teléfonos inteligentes en cuanto a las ventas de teléfonos móviles.
Pero Elop no ha respaldado su jugada estratégica con objetivos financieros importantes y no ha sido capaz de dar alguna pista sobre cuándo aparecerá el primer teléfono. Esto puede trasladar la impresión de que comparte las reservas del mercado sobre el lamentable historial de Microsoft en el sector de telefonía móvil y la limitada aceptación de Windows Phone. Además, los finlandeses no gozarán de ninguna exclusividad y tendrán que compartir Windows con rivales más pequeños como Samsung y Dell. Y no está claro que Nokia vaya a lograr un ahorro considerable en los costes. Por ahora, la lógica económica del acuerdo es difícil de adivinar.
Las preguntas sin respuesta -y quizá también la decepción ante la falta de una gran remodelación de la directiva- explican el 9,3% de caída de las acciones de Nokia, que se vendían a 13 veces los beneficios previstos antes de que se conociese el acuerdo. Para creer que Nokia puede ser un negocio en recuperación, los inversores tienen que tener fe en sus dirigentes. Y Elop no se la ha ganado todavía.
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