_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Alma de bótox

Estudiando las listas de éxitos, o informaciones más visitadas en la versión digital de este diario, observo que el bótox se ha añadido a las cumbres alcanzadas por el sexo, la violencia y el despilfarro, habituales frecuentadores. Albricias. Eso quiere decir que también somos insensibles a la deformación física deliberada y que la sublimamos, convirtiéndola en entretenimiento y hasta en subgénero periodístico, como prueba este modesto artículo. Sexo, violencia, despilfarro y bótox. California más Caribe más Marbella, en frasco, para un mundo envejecido que intenta mantenerse en la adolescencia y que contempla complacido su ombligo, ese prodigio. Siendo el bótox un poderoso veneno (ver Wikipedia), quienes se hallan más en riesgo no son sus jacarandosos portadores, sino aquellos que, a fuerza de mirar sin querer ver, lo llevan inyectado en la conciencia. Distinguimos a tales usuarios por la impavidez del gesto, el discurso cínico, la negación de lo evidente. Y, más que nada, por las ruedas de prensa que dan, sin derecho a pregunta o repregunta.

Solo por el embotamiento de lo más profundo que nos hace humanos se entiende que no reconozcamos, salvo cuando se produce el estallido final, el grado de descomposición acumulado por las almas de algunos de nuestros amigos. Mubarak es el ejemplo más clamoroso de estos días. Nos preguntamos por qué no lo sabíamos. Respuesta: porque no mirábamos. A lo largo de tres décadas de estiramientos, cócteles vitamínicos, trajes a medida y homologaciones con certificado de la Internacional Socialista, ese cuerpo nos bastaba. Formaba parte de nuestro ombligo. Como estrellas de teleserie -de esas que hemos seguido durante 10 temporadas-, los cómplices de Occidente que mantienen amordazados a sus pueblos, y su avión privado a disposición de nuestros gobernantes, han conservado hasta ahora su lugar en el reparto de papeles.

El guión lo escribimos entre todos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_