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Columna
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De lo que pasa en Madrid

Es tan peculiar Inés Sabanés en la vida política madrileña, hablemos del partido que hablemos, que si de verdad se fuera de la política sería de lamentar. Pero no se va, se mueve, se detiene a pensar; un productivo ejercicio que, a juzgar por lo que se oye, deben creer baldío algunos políticos de la región. De ahí vienen las sorpresas cuando la realidad los desborda y no entienden lo que pasa. Pero ni a IU ni al PSOE, es decir, a la izquierda que quede, tan diversa, ni a la derecha unida en unas mismas siglas, desde la más extrema a la más centrada, les pasará inadvertido lo que Sabanés señala: que el debate madrileño está encanallado y que los ciudadanos se sienten alejados de sus políticos.

Da la impresión de que Inés Sabanés se dirige hacia la salida de IU y que no lo hace contenta

Ella dice que desde el tamayazo, yo creo que incluso antes, pero sin duda bajo los efectos del tamayazo, cuya importancia se empeñan algunos en rebajar, si no difuminar del todo, pero cuyos demonios imperan en la memoria de una ciudadanía que aún espera aclaraciones convincentes sobre aquel atropello a la democracia. El tamayazo fue un brote grosero de la profunda infección que corrompe el cuerpo político madrileño.

Pero son muchos los que como Sabanés achacan falta de ideas a la izquierda, frente al exceso de explicaciones conservadoras a esta nueva realidad desconcertante; lo distinto en ella consiste en que no se queda en la acusación o el lamento, sino que como vemos se ha puesto manos a la obra. Por eso, cuando acusa a la izquierda madrileña de un exceso de luchas identitarias no habla solo de los socialistas, que también lo hace -no en vano cree que la hegemonía liberal algo tiene que ver con la ambigüedad y la convergencia en determinadas políticas de la socialdemocracia-, sino que muestra su convicción de que para plantar cara a esa hegemonía es necesario excluir ideas y prejuicios rancios y saber bien con quién quiere uno viajar y hacia dónde. Y las ideas de Inés no corren peligro de moho, todo lo contrario, lo cual no quiere decir que por ahora tenga claro con quién quiere viajar, aunque sí parece saber con quién no quiere hacerlo y, por supuesto, hacia dónde. Y a propósito de los hipotéticos compañeros de viaje, claro que hay nuevos partidos con ideas viejas y hay ideas nuevas para proyectos de nuevos partidos, pero con frecuencia, una vez metidas en el frasco de las organizaciones, las ideas nuevas se diluyen porque todos los partidos envejecen con rapidez en sus inercias y en sus componendas.

No es extraño, pues, que al moverse ahora, en este contexto, Sabanés dé la impresión de que se dirige hacia la puerta de salida de IU, y que no lo hace contenta, como si la sombra de la desilusión y el desencanto se proyectara en ella; a su edad y a pesar de su larga experiencia en la política de partido. Y así las cosas, no es difícil vislumbrar en esta diputada madrileña de IU algo de incomodidad con su partido, la suficiente como para decir hasta luego sin haberse ido del todo. Pero lo que pueda afectarle de las luchas de poder que se conocen o se suponen en su formación, como en otras, no es en este caso lo más relevante. Porque si lo fuera no sería tal vez un atrevimiento tratar de recordar a la dirección de IU lo que Sabanés ha aportado a esa formación o lo que significa una conducta como la suya. Pero no cabría recomendarles, Dios nos libre, que prime el empeño renovador de Sabanés sobre el camino y las preferencias que ellos han decidido para su formación. Es seguro que habrán tenido en cuenta la deriva, obligada o no, de la otra izquierda mayoritaria, para aprovechar la circunstancia histórica con responsabilidad y, abandonando la herrumbre, que nadie duda de la existencia de una izquierda apolillada, aunque lo alarmante sea que se apolille a gusto, afrontar el tiempo nuevo con un realismo contundente.

Pero al distanciarse de algún modo de un lenguaje partidario que impone tantas limitaciones, es evidente que Sabanés, que siempre habló muy claro, expresa con más libertad su ambición abarcadora, no ya para arreglar una cofradía, con unos u otros intereses, con peculiares devociones, sino una manera de ver el mundo al objeto de tratar de cambiarlo. Y si no el mundo, con tan poco arreglo, al menos este Madrid tan desarreglado.

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En fin, no sé dónde acabará Inés Sabanés, después de repensárselo, pero no parece que vaya a quedarse en su casa de Vallecas, ese lugar de Madrid donde a diario la gente la aborda en la calle, le expresa su desánimo, y ella escucha. Es importante que escuche, como no lo hacen algunos gobernantes de Madrid que no paran de hablar y ponen poco oído, para terminar de decidir hacia dónde se dirige.

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