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Columna
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Cada dos minutos

El paro te cambia la vida, pero no es capaz de interrumpirla. El banco te sigue mandando los recibos de la hipoteca, del agua, de la electricidad, las letras del coche... Aunque tus hijos sepan que estás sin trabajo, insisten en comer todos los días, no paran de crecer para que los pantalones les queden pequeños y siguen saliendo a jugar a la calle para destrozar los zapatos. Es lo que tiene el mundo, que gira, gira, gira por el espacio infinito aunque tu pequeño mundo se haya ido al garete. Al igual que ocurre con la muerte, que para morirse solo hay que estar vivo, sucede con el paro: que para acabar en el desempleo solo hay que estar trabajando o no haber trabajado nunca. El cambio de estado es una cuestión de minutos: una angina bancaria en tu empresa, un poco de colesterol en la cuenta de resultados, un ataque cardíaco en los mercados, o una simple gripe común en el capítulo de personal. Con los primeros síntomas de dolencia, lo primero que se extirpa es el empleo.

Cada dos minutos de los 60 minutos que tiene una hora, durante las 24 horas que tiene un día y durante los 31 días que tiene un mes, un ciudadano acudió en enero a una oficina del Servicio Andaluz de Empleo para apuntarse al paro. Y la vida, sin que la mayoría nos diéramos cuenta de esta incidencia, siguió girando. Por eso, en el tiempo que se tarda en leer un artículo como éste una persona se quedó sin empleo y fueron 45 los que dejaron de trabajar en los 90 minutos que duró el partido de fútbol de su equipo favorito. Eso ocurrió todos los días, incluido los fines de semana y los festivos del puente de la Constitución, ya que las estadísticas no entienden ni de sábados ni de domingos ni de fiestas de guardar.

Sucedió más o menos así: cada dos minutos había un parado más, y luego otro, y otro, y otro, y así durante los 44.640 minutos del mes de enero. En total, 26.622 personas. El equivalente a la población de la localidad sevillana de Lebrija, o todos los aficionados que acuden un domingo al estadio de la Rosaleda en Málaga. La cifra tiene su importancia, ya que nos coloca a un paso de alcanzar el parado un millón. El parado un millón registrado en una oficina pública de empleo, ya que la Encuesta de Población Activa hace tiempo que dice que esta cifra se ha superado con creces.

Mientras esto ocurría, cada minuto de los 60 minutos que tiene una hora, durante las 24 horas que tiene un día, durante los 31 días que tiene un mes y durante los doce meses que tiene un año, una terminal bancaria enviaba a la cuenta corriente de cada ciudadano un recibo de una empresa de agua, otro de la luz, la hipoteca, la letra del coche, el cargo de la tarjeta, un embargo, un pago de intereses o unas comisiones, sin que empresa de servicio alguna se percatara del cambio de situación vital de muchos de sus clientes. Y así, un recibo tras otro, iban sumándose apuntes contables en ese intangible denominado mercado financiero. Como la crisis afecta a unos más que a otros, a cada porcentaje de beneficio millonario de menos le corresponde un porcentaje de desempleo de más.

La estadística demuestra que el mundo "está muy mal repartido desde el primer mes de enero", como dice la canción de Estopa, "y que este juego dura un segundo, por eso gana siempre el que marca primero". Las cifras del desempleo y los balances de los grandes bancos y compañías, se conocieron el día en que se firmó el nuevo pacto social entre Gobierno, sindicatos y empresarios. Ese acuerdo que incluye un aumento de la edad de jubilación para los afortunados que tienen un empleo, pero que se alcanza paradójicamente cuando llegamos a los 4,23 millones de parados. A partir de ahora, cobrar la pensión será algo tan difícil como trabajar, a no ser que te prejubilen con un ERE pagado por la Junta. Ese escándalo mayúsculo que empezó en Mercasevilla y cuyo final empieza a resultar imprevisible.

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