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Columna
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Anatomía política

Últimamente existe una preocupación creciente por la fuga de cerebros de nuestro país, en referencia a la marcha de nuestros jóvenes profesionales hacia Alemania o a otras naciones de nuestro entorno. Dudamos sobre si eso es bueno o malo, porque pueden volver con nuevas ideas, o quedarse indefinidamente en el paraíso extranjero, o regresar tiempo después con el cerebro ya exprimido y el alma reseca. En mi opinión, todo esto es un gran equívoco, es un error anatómico, porque realmente lo que se fuga no es el cerebro sino el tubo digestivo, esa parte de la anatomía que siempre necesita alimentación continua y cuya huida hacia otras tierras siempre es un alivio en tiempos de penuria. El cerebro está sobrevalorado, al igual que otras zonas de la anatomía, lo realmente básico es nuestro tubo digestivo.

Pensemos, por ejemplo, en la anatomía de los políticos actuales. Nadie entendería que nos preocupara la fuga de cerebros políticos. ¿Por qué? Sencillamente porque nos atemoriza bastante más su capacidad digestiva, la cantidad de recursos que pueden llegar a zamparse sin el más ligero ardor de estómago. Es cierto que hay de todo, algunos se fugan y se pierden por el ombligo, el centro político de la anatomía, traducido a veces por egolatría, gastando todo el capital en adornos, ornamentos y vestimenta. A otros se les va todo por la boca, esa zona que sobresale en la parte inferior del cráneo, prometiendo lo que no pueden y haciendo lo contrario de lo que dicen. Todavía hay otros que gastan toda su energía en lo que nuestros abuelos llamaban el "bajo vientre", un eufemismo freudiano, sin duda, y que ahora está de moda en la política italiana.

Aún estoy buscando la parte del cuerpo en que residen las convicciones espirituales, a veces llamadas creencias religiosas, pero estoy seguro de que es una zona muy activa porque es capaz de consumir grandes cantidades de recursos públicos. La voluntad de creer en un político casi siempre va acompañada de un deseo irrefrenable de privatizar, ya sea la enseñanza, la sanidad o cualquier otra cosa, a la par que se atiborra el estómago colectivo de algunas organizaciones. La bulimia espiritual es uno de los problemas más graves de la política, siempre reaparece en los momentos más difíciles de nuestra historia.

Tienen que perdonar que no ponga ejemplos concretos, que no señale con el dedo, pero estoy seguro de que todos sabemos encontrar los adecuados. De lo que se trata aquí es de anatomía política y de la fuga de órganos, que pueden ser muchos y variados, pero sin duda el cerebro no es uno de los más cotizados. Es más, cuando destaca el cerebro de algún político, nos parece una persona fría, calculadora, vengativa y maquiavélica. Por el contrario, el tubo digestivo y alrededores nos parecen más cálidos y entrañables, disculpamos mejor sus excesos y corrupciones.

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