Lo que le diría a mi padre
Quince años ya desde que un grupo de criminales le abordaron a su manera, por la espalda, y de un disparo ejecutaron su ritual de sangre sobre la acera; 15 años ya desde que, con su asesinato, se acalló la voz de un vasco disconforme con el embuste que habla de tierras y razas; 15 años ya desde que, con su asesinato, miles de vascos volvieron a padecer la amenaza de los criminales y el falso consuelo de los profesionales que apelan a tierras y razas para no llamar a las cosas por su nombre: asesinato y mezquindad.
Le escribo todos los años, y toca hoy decirle que está allanado el camino de la liberación, que es el camino que conduce a la derrota de ETA; no podrá haber con los criminales ninguna reconciliación, ni generosidad, ni puertas abiertas a no se sabe dónde, pues tanta palabrería hueca esconde la banalidad de quienes optaron por no combatir abiertamente frente al mal, creyendo ingenuamente que se puede convivir con él. En ese empeño están hoy muchos de ellos, buscando retorcidas fórmulas con las que los criminales puedan competir en las elecciones del próximo mes de mayo.
Que no busquen el apoyo de la familia Múgica, ni nuestro silencio ante tal agravio a los ciudadanos que se quieren pacíficos e iguales.
Volveré a escribirle el próximo año, y lo haré con el deseo de decirle que los criminales fueron ya derrotados, que cayeron las mordazas del silencio impuesto, que el bien puso fin a la persecución totalitaria y racista de los pistoleros, que las gentes regresaron a las calles arrebatadas por los chivatos de Batasuna, y que todos ellos sucumbieron en su tramposo empeño de concurrir a unas elecciones a las que no concurrieron en mayo.
Todo eso querré decirle el próximo año, aunque es seguro que una cosa sí le diré: los tuyos, ni olvidamos ni perdonamos. Lejaím, Fernando.
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